El Destino de Nuestro Globo, y
La Manera Efectiva de Reformarlo
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
 
 
Dadme una palanca lo suficientemente
larga y un punto de apoyo, y moveré el mundo.
 
(Arquímedes, 230 a.E.C.)
 
 
 
A corto plazo, siempre es fácil y agradable enfocar nuestras mentes en lo que creemos que está mal acerca de los demás y del mundo.
 
Discutir lo que no es correcto alrededor nuestro nos da la sensación de que nosotros  estamos en lo correcto y que somos poderosos e inteligentes. Pone a un lado la percepción incómoda de que tal vez no estemos  haciendo todo lo posible para vivir de un modo verdaderamente sabio. Es como si tuviéramos una excusa para posponer la reforma de nosotros mismos.  Pensamos:
 
“El mundo, o tal o cual situación, está en tan malas condiciones que primero debo reformar el mundo y cambiar tal o cual situación antes de poder reformarme a mí mismo”.
 
El razonamiento es falso porque mi yo es precisamente la parte del universo de la que – estando conectada con todas las otras partes – es mi deber ocuparme en primer lugar, y reformar si es necesario.
 
El propósito de identificar los errores que nos rodean es evitar que nosotros mismos y otros imitemos innecesariamente el Error.
 
La verdadera compasión y el autosacrificio están presentes en los intentos sinceros de reformar el mundo exterior. Sin embargo, la efectividad en esos esfuerzos depende de la aplicación de los principios de la acción inteligente y de la conservación de la energía.
 
Debemos cambiar los aspectos decisivos de la realidad, no los secundarios. Tenemos que actuar sobre aquello que depende de nosotros. Por lo tanto, es correcto empezar cambiando nuestras vidas. Si queremos “una palanca para cambiar el mundo”, la palanca somos nosotros mismos. La primera tarea es dar una dirección clara cada día a nuestros propios pensamientos, emociones y acciones, y enseñar a los demás principalmente mediante el ejemplo.
 
Los ciudadanos de buena voluntad son kármicamente corresponsables del futuro de la Tierra. Nuestro planeta está destinado a vivir según el principio de la fraternidad universal. No es necesario preocuparse con cuánto tiempo será necesario para eso, dado que la teosofía nos enseña una visión a largo plazo de la vida. El nacimiento del futuro ocurre a menudo a causa de profundas crisis y cataclismos, y el espíritu humano debe estar a la altura de los desafíos.
 
La responsabilidad es individual. Según la tradición, el famoso matemático griego Arquímedes dijo, hace más de dos mil años:
 
Dadme una palanca lo suficientemente larga y un punto de apoyo, y moveré el mundo.
 
En el siglo XXI, uno puede usar el poder creativo del pensamiento para mejorar la atmósfera psíquica y noética de nuestro globo. El filósofo francés Maine de Biran tenía razón al escribir que nadie piensa sobre lo que es obvio o habitual. [1]
 
Un hecho obvio es que cada ciudadano tiene en sí mismo la Palanca de Arquímedes. Desde un punto de vista práctico, la palanca global es la voluntad altruista de cada individuo.
 
El punto de apoyo es su propio yo superior. El momento de actuar es ahora mismo; y sin embargo también incluye varias encarnaciones.
 
Ningún individuo está solo en el esfuerzo. Cada ciudadano de buena voluntad y responsable de sí mismo es un centro creativo único en el universo del buen karma de la humanidad.
 
NOTA:
 
[1] Haga clic para ver el libro Influence de L’Habitude sur la Faculté de Penser”, de Maine de Biran, p. 01.
 
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El artículo “Una Palanca para Mover el Mundo”  es una traducción de “A Lever to Move the World”, de Carlos Cardoso Aveline. La traducción al español es de Alex Rambla Beltrán y su publicación ocurrió el 17 de junio de 2018.
 
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