El Escritor Argentino
Reunió Grandeza y Humildad
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Jorge Luis Borges
 
 
 
La impersonalidad radical de quien está harto del juego angosto de las ilusiones pasajeras; de quien sabe que el mundo es un sueño pasajero y no toma en serio su aparente materialidad: esta es la sensación que permanece con el que conoce – con el que conoció – a Jorge Luis Borges en vida.
 
Nacido el 24 de agosto de 1899, el pensador murió de enfisema pulmonar el día 14 de junio de 1986, en Suiza, un mes después de casarse con su leal amiga y secretaria María Kodama.
 
Estos detalles, sin embargo, tienen poca importancia. Borges, como patrimonio de la humanidad, no murió. Escritor de escritores, habitaba niveles abstractos de consciencia. Algunos pueden pensar que tenía ideas políticamente autoritarias, y otros dirán que era un anarquista contemplativo. Amaba las paradojas, y vivió como un filósofo clásico disfrazado de escritor del siglo XX. Su visión de la vida era iluminada por una sabiduría milenaria.
 
La impersonalidad de Jorge Luis Borges hacía que, cuando miraba a una persona (mirar es una manera de decir, pues se quedó físicamente ciego en la década de 1950), nunca viese en ella más que un miembro de la humanidad como otro cualquiera. Pero podía ser amigo de cada ser humano con una gran intensidad instantánea, porque estaba libre de los apegos y rechazos poco inteligentes con los que estamos obligados a convivir.
 
Es exactamente por eso que en los libros de Borges no vemos personajes trabajados. Y ni siquiera tramas importantes. Son ilusorios los argumentos y los personajes de obras de ficción. Darles demasiada atención sería un error. La gran tarea literaria y cultural de Borges fue contribuir a la relativización de nuestros conceptos de realidad, al mismo tiempo que daba un ejemplo concreto de ética, honestidad y sentido común.
 
Según afirma un viejo dicho de los políticos de Minas Gerais, en el Brasil del siglo XX, “en política no hay hechos, hay versiones de los hechos”. Para Borges no hay mundo, solo existen percepciones del mundo. Y aunque sea importante el amor al país en que nacimos o vivimos, los peligros del entusiasmo nacionalista deben ser evitados.
 
“Las ilusiones del patriotismo no tienen término”, escribió Borges. “En el primer siglo de nuestra era, Plutarco se burló  de quienes declaran que la luna de Atenas es mejor que la luna de Corinto; Milton, en el XVII, notó que Dios tenía la costumbre de revelarse primero a Sus ingleses; Fichte, a principios del XIX, declaró que tener carácter y ser alemán es, evidentemente, lo mismo.” [1]
 
Relativizando nuestras visiones de la realidad, Borges contribuyó a que nuestra cultura fuese menos mecanicista, más flexible, más poética y creadora.
 
Dejó claro que todo es ficción, que cada aspecto de nuestra vida es creado y después materializado según nuestros “scripts” o dramas subconscientes, cuyo significado hay que descifrar teniendo como clave el amor a la verdad.
 
Borges fue un escritor apreciado por los escritores precisamente por discutir la percepción de lo real, un punto decisivo para quien hace cultura.
 
Sus mejores libros son tal vez los dialogados. El Borges más sabio estuvo en las entrevistas, en el monólogo talentoso con el que se posicionaba de un modo muy sencillo como un alma situada en medio del cielo. Era indiferente a las circunstancias externas agradables o desafiadoras, a las honras y pedradas que recibía, aunque demostraba profundo respeto por todos.
 
Desde este punto de vista fue un profesor del arte de vivir, un arte milenario y olvidado en medio de nuestra búsqueda ciega de cosas materiales, supuestamente necesarias.
 
En Borges, la grandeza y la humildad están reunidas. 
 
En la última etapa de su vida contribuyó a la derrota de la dictadura militar argentina. Daba conferencias frecuentemente. Concedía entrevistas a la radio y a la televisión a propósito de cualquier cosa, con comentarios capaces de reducir en pocas palabras a la nada el mundo mediocre de los intereses de corto plazo.
 
De este modo Borges creó un personaje de ficción sui generis en la cultura latinoamericana: él mismo, el personaje del viejo escritor ciego que monologa diciendo que la vida es un sueño; el viejo sabio hablando de sus visiones interiores a un pueblo todavía incapacitado para ver, pero que necesita mucho de sus palabras.  
 
NOTA:
 
[1] “Otras Inquisiciones”, Jorge Luis Borges, Alianza Emecé, Madrid y Buenos Aires,  1981, 194 pp., ver p. 41.
 
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El artículo “Borges y el Arte de Vivir” es una traducción del portugués y ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Título original y link: “Borges e a Arte de Viver”. La publicación en español ocurrió el 28 de agosto de 2019.
 
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Lea el artículo “Borges, el Sabio Ciego en la Biblioteca”.  Vea algunos escritos de Borges en los sitios web asociados.
 
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