La Teosofía Enseña a Avanzar con Discernimiento
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Una chica y su llama, en Cuzco, Perú.  [Foto: Wikipedia]
 
 
 
Vivir es un acto de confianza. Confiar, en teosofía, es saber que la vida prosigue infinitamente y avanza de modo victorioso, retribuyendo a cada uno conforme lo que ha sembrado en el plano individual y en el plano colectivo, en los varios aspectos de la realidad. Aunque la cosecha de algo pueda ser postergada, llegará a su tiempo y con los debidos intereses.
 
El acto de confiar en la vida, en los demás y en uno mismo no es algo que pueda ser forzado. La confianza debe ser un proceso realista y una acción natural. Cuando recorremos el camino correcto, estamos en sintonía con el futuro y no hay necesidad de garantías externas.
 
Sabiendo dónde pisamos, conociendo de primera mano el hecho de que caminamos en suelo firme, tenemos consciencia de que la tendencia general de los acontecimientos es positiva. Esto es más que suficiente. No necesitamos saber de antemano los detalles de la victoria. Basta con saber que caminamos hacia ella, en una estrategia de largo plazo que incluye más de una encarnación.
 
Cuando ocurre una cosecha que no corresponde a lo que fue plantado, esto también será corregido a su debido tiempo. La ley del karma es la ley de la armonización constante. Cada vez que el equilibrio es olvidado, ella promueve un rescate cíclico de aquello que es bueno y correcto. Con frecuencia, la justicia se hace de una manera renovadora e imposible de prever.
 
El karma positivo necesita una oportunidad para poder surgir en el mundo visible. Puede permanecer por algún tiempo en un plano potencial e implícito. Un día surge una ocasión propicia y el buen karma es activado y puesto en movimiento. Por eso no necesitamos preocuparnos. Confiando en la Ley y en el trabajo, haciendo lo mejor que podemos, tenemos todas las condiciones y motivos para vivir de modo interiormente seguro y confiado.
 
Confiar es tener felicidad, y no confiar es ser infeliz. Confiar es incondicional. Confiar no es lo mismo que tener expectativas, porque las expectativas producen miedo.
 
Confiar es saber que la vida es regida por la Buena Ley Universal. Una gran fuente de confianza está en tener un conocimiento real de un hecho muy simple: el hecho de que INTENTAR LO MEJOR es todo lo que se espera de quien recorre el camino del bien.
 
La felicidad es expansiva. Muestra la unidad entre todos los seres. El bienestar del alma es contagioso. Se propaga a través de la fraternidad y la ayuda mutua. Mejora la salud, da lugar a la justicia social, pone en movimiento la preservación del medioambiente, cura todos los males y hace que se tenga la impresión de que el intenso sufrimiento del pasado, en verdad, nunca existió.
 
Confiar no es sinónimo de ser ingenuo. Y desconfiar no es sinónimo de ser “inteligente”. Saber confiar, y saber en qué confiar, es una función del discernimiento.  
 
Para tener fe en lo que hacemos, debemos hacer aquello en lo que tenemos fe. Cuando desarrollamos el coraje y la determinación necesarias para actuar en armonía con lo que sabemos que es verdadero, cada paso y cada intento son victorias en sí mismos. Mientras haya incertidumbre, el camino será puesto a prueba.
 
El estudiante de teosofía confía sabiendo en qué confía, y por qué razón. De este modo transmite a su alrededor la energía del coraje con discernimiento y la energía de la determinación con un horizonte amplio.
 
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El artículo “Confiar en la Vida y en Uno Mismo” es una traducción del portugués y la tarea ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “Confiar na Vida e em Si Mesmo”. La publicación en español ocurrió el 21 de febrero de 2022.
 
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