Un Estudio Sobre el Dormir, el Soñar y la Inspiración
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
 
 
Algún tiempo después de que uno comienza a estudiar con regularidad la teosofía clásica de H. P. Blavatsky, es normal que empiecen a surgir ideas inspiradoras en el momento en que uno se despierta por la mañana.
 
En otros casos, eso ocurre cuando uno está a punto de dormirse. Comprensiones, percepciones, y hasta frases enteras pueden venir a la mente. Algunas de ellas son respuestas a preguntas. Otras son maneras de entender y explicar cuestiones relacionadas con la vida. Son ideas sobre situaciones abstractas. En general, es difícil fijarlas en la memoria.
 
Esto sucede porque el estudio calmo y profundo de la teosofía, hecho con regularidad, no cambia solamente la calidad de vida en el estado de vigilia, sino que transforma también la calidad y la sustancia del dormir y de los sueños.
 
El alumno comienza a tener acceso a enseñanzas esenciales mientras su cuerpo está dormido. La expansión de consciencia que tiene lugar mientras uno estudia durante la vigilia permite alcanzar nuevos niveles de liberación mientras uno duerme.
 
El aprendizaje del yo superior incluye planos de la realidad que solo pueden vivenciarse cuando el “yo” está fuera del cuerpo. El resultado de este aprendizaje sutil “desciende” como el rocío sobre el cerebro físico cuando este se despierta. El proceso es tan suave que el cerebro físico difícilmente lo registra con palabras o lo recuerda con precisión. Después de algunos años de estudio de la teosofía, esta dificultad tiende a disminuir poco a poco. Sin embargo, aun cuando capta alguna cosa del proceso, el cerebro físico solo consigue traer una versión limitada de lo que ocurrió en los niveles sutiles.
 
Nada se pierde de la enseñanza o de las vivencias “fuera del cuerpo”. Lo que se aprende en el plano sutil va inspirando “por ósmosis” la vida del individuo en la vigilia, a medida que él avanza en el estudio y la reflexión de la filosofía teosófica. La vida durante la vigilia pasa a tener una relación renovada con la vida durante el sueño. El aprendizaje espiritual abarca entonces las 24 horas del día.
 
Tarde o temprano, todo estudiante dedicado despierta al proceso en que es ayudado por su propio yo superior y por otros seres.
 
Aunque el principio de la independencia sea fundamental, ningún estudiante serio está interiormente aislado u olvidado. La ayuda sutil que uno puede recibir depende de su discernimiento, esfuerzo y mérito. Para merecer ayuda, uno debe tener autonomía y ayudar a los demás. El fluir del aprendizaje es impersonal. Uno no será ayudado “por alguien”, sino por la propia vida, por la Ley, aunque ello ocurra a través de una o más personas.
 
En “Las Cartas de los Mahatmas” hay un pasaje en el que un Raja Yogui de los Himalayas menciona algunas de las maneras por las cuales los Maestros se comunican con sus discípulos laicos en cualquier lugar del mundo. Entre ellas está la técnica de poner ideas o “semillas de ideas” junto al aura del aprendiz, de modo que él las perciba al despertarse. [1]
 
Lo más frecuente, cuando tenemos ideas inspiradoras al despertarnos, es que ellas sean impresiones que provienen de nuestros propios procesos meditativos, ocurridos durante el sueño y que se imprimen tenuemente y por un momento o dos sobre el cerebro físico. En algunos pocos casos, las impresiones quedan registradas en la memoria duradera.
 
Los Maestros usan este sistema de comunicación con aquellos que ponen sus vidas al servicio de la ética y la evolución humana. Existen “discípulos laicos inconscientes”. Aun sin tener una clara consciencia cerebral del proceso, los aprendices informales participan de la corriente sutil de la consciencia anónima y planetaria de los Maestros y sus Discípulos. Mientras sus cuerpos están dormidos, ellos forman parte de la corriente magnética de la “buena voluntad planetaria”. Hacen esto con plena autonomía y libre albedrío, pero, por varios motivos, que dependen de las circunstancias y de su karma individual, al despertarse puede que no recuerden ningún detalle del proceso en sus cerebros físicos.
 
Hay varias razones por las que estos hechos sutiles raramente son captados por las áreas densas del cerebro. Una de ellas es que el nivel común de acción del cerebro físico solo consigue registrar información de modo visual o verbal. Tanto los sonidos como las imágenes dependen de los cinco sentidos, aunque sean subjetivos. Los dos procesos tienen una relación estrecha con el hemisferio cerebral izquierdo. No obstante, las enseñanzas y las vivencias realmente espirituales están por encima de todo sonido, palabra o imagen, y ocurren sobre todo en el hemisferio cerebral derecho.
 
Cuando consigue expresar en palabras una parte de la inspiración alcanzada durante el sueño, uno es consciente de que, en la medida exacta en que registra el hecho en el papel, deja fuera la mayor parte de lo que fue esencialmente captado o “percibido”.
 
La diferencia entre el relato o registro en la memoria y la percepción en sí misma es como la diferencia entre ver directamente el amanecer, por la mañana temprano, y ver una descripción escrita y detallada del amanecer en el periódico del día siguiente.
 
La descripción y la memoria pueden ser útiles, pero serán siempre un pálido reflejo del hecho que intentan registrar.
 
Por este motivo, para algunos estudiantes lo más importante es capturar la “sensación espiritual” y no tanto transformar aquella percepción compleja en palabras precisas. En este caso, la “sensación” lo sintetiza todo.
 
Para otros individuos, lo más eficiente es dormir con papel y bolígrafo al alcance de la mano, en la mesita de noche, y tomar nota de las ideas que surgen cuando su consciencia se encuentra en la frontera entre el sueño y la vigilia, incluso durante la noche. La noción de tener que efectuar tareas importantes puede surgir de un sueño y, entonces, cabe registrarlo en el papel. En algunas situaciones, las imágenes y “lecciones” parecen despertar al estudiante en mitad de la noche y él percibe que debe anotarlas. [2]
 
Cada uno debe experimentar y descubrir qué es más eficiente en su caso. Es válido incorporar ambos métodos. Varios tipos de ideas, decisiones y percepciones pueden surgir en la frontera entre el dormir, el soñar y la vigilia, y esta frontera común es un área sagrada de la consciencia, porque contiene la clave de la meditación.
 
El estudio sosegado y regular de la teosofía clásica amplía el contacto entre los estados de consciencia del dormir, el soñar, la vigilia y la contemplación. Las “paredes divisorias” entre la vigilia y el sueño se vuelven más finas, y el yo inferior aumenta en estas dos dimensiones su intercambio con el alma inmortal.
 
NOTAS:
 
[1] Las Cartas de los Mahatmas”, Editorial Teosófica, Barcelona, España, 1994, p. 25. La expresión usada por el Mahatma es “impresiones en estado vigílico”.
 
[2] Damodar Mavalankar escribió sobre procesos de meditación integral, que ocurren a lo largo de las 24 horas del día. Son los más eficaces.
 
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El artículo “El Arte de Aprender Durmiendo” es una traducción del portugués. La tarea  ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “A Arte de Aprender Dormindo”. La publicación en español ocurrió el 18 de junio de 2021.
 
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