Examinando una Lucha Shakespeariana
en el Alma del Movimiento Teosófico
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
William Shakespeare (1564-1616)
 
 
 
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El siguiente texto es una traducción del capítulo tres
del libro “The Fire and Light of Theosophical
Literature”, de Carlos Cardoso Aveline, The
Aquarian Theosophist, Portugal, 255 pp., 2013.
 
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“La mente de aquel que ha alcanzado el yoga es
como una llama estable no perturbada por el viento”.
 
(“Dnyaneshwari”) [1]
 
 
 
Durante la práctica de la autoobservación, es útil examinar la calidad de nuestras lealtades más fuertes. Pues la llama de la lealtad está hecha de afinidades, y uno tiende de manera natural a ser leal hacia aquello con lo que se identifica, o aquellos con quienes se identifica.
 
¿Acaso somos instintivamente leales a nuestras cáscaras externas y personalidades? ¿A los deseos egoístas pasajeros? ¿O, quizás, a las estructuras burocráticas y ritualistas? Y ¿cómo manejamos el fuego de los conflictos entre los diferentes niveles de lealtad y compromiso en nuestras vidas?
 
Estas no son preguntas fáciles de responder, y la evolución del movimiento teosófico refleja fielmente las contradicciones del alma humana. Su historia interna se lee como una obra de Shakespeare. La lealtad y la traición son fáciles de encontrar en ella.
 
Comprender la lucha entre estas dos tendencias permite alcanzar una visión trascendental de la vida humana y del drama del alma dividida entre el espíritu y la materia. Los frutos de este “conflicto” constante están directamente relacionados con el estado del Antahkarana de uno, el puente o la escalera de Jacob entre el alma “celestial” espiritual y los principios “terrenales” inferiores de la consciencia.
 
Cuando uno observa con la suficiente profundidad la cuestión de la lucha entre la lealtad y la traición en el movimiento esotérico – al igual que en cualquier organización sin ánimo de lucro –, ve que, tal vez, el principal conflicto puede ser mejor descrito no como una elección entre la lealtad y su opuesto, sino como una elección entre la lealtad hacia lo que es elevado y la lealtad hacia lo que pertenece a los niveles inferiores de la naturaleza.
 
Pues los hechos muestran que una persona “deshonesta” es, generalmente, muy “leal” a sus sueños de aparente grandeza o a sus fantasías favoritas de felicidad personal. Es desleal a los sentimientos más nobles y leal a los sentimientos inferiores.
 
Por tanto, la principal pregunta que hemos de formularnos no es si somos personas leales. Todo el mundo es más o menos leal hacia algo, porque todo el mundo sigue sus propias afinidades. Por el contrario, la pregunta que hay que formular es, probablemente:
 
“¿A qué, o a quién, somos verdaderamente leales en nuestro corazón?”.
 
Y también:
 
“¿Somos honestos con nosotros mismos, con nuestra alma superior y los principios de la verdad y la ética universales?”
 
En su obra “Hamlet”, Shakespeare escribió estas líneas axiomáticas:
 
“Sé sincero contigo mismo y así no podrás ser falso con los demás; consecuencia tan precisa como que la noche sigue al día”. [2]
 
En relación con la lealtad hacia los principios impersonales, un Maestro de Sabiduría escribió lo siguiente en 1884:
 
“Por poco que pudiera interesarnos la subordinación personal hacia nosotros, los líderes reconocidos de los Fundadores de la Sociedad Madre, jamás podemos aprobar ni tolerar en ningún miembro, sea de la Rama que sea, la deslealtad hacia los principios fundamentales representados por la Organización Madre. Los Estatutos de la Sociedad Madre deben ser respetados por aquellos que componen sus Ramas, procurando,  desde luego,  que no se salgan de los tres objetivos declarados de la  organización”.[3]
 
La organización original del movimiento dejó de existir poco después de la muerte de H. P. Blavatsky. Las varias Sociedades Teosóficas cambiaron radicalmente sus reglas, mientras que la Logia Unida de Teósofos no tiene estructura formal alguna, excepto un compromiso con la teosofía original. Gracias a su diversidad externa, el movimiento todavía es joven. Por otro lado, sus principios fundamentales son exactamente los mismos en el siglo XXI que en 1884.
 
La honestidad con la conciencia de uno y el respeto por los principios universales mantienen al movimiento teosófico con vida y hacen que la humanidad avance en su viaje evolutivo. Y esto, por supuesto, trasciende el apego personal a las reglas de cortesía, los rituales o la posición social.
 
Las ideas universales no cambian con el paso de los milenios, ni tampoco lo hace la lealtad a los principios de la verdad. La antorcha con el fuego y la luz de la honestidad se transfiere de una generación a otra, así como de una encarnación a la siguiente.
 
NOTAS:
 
[1] “Gita the Mother” (el “Dnyaneshwari”), de Dnyaneshwar Maharaj, traducido al inglés por Manu Subedar, Kalyani Publishers, Nueva Delhi, 1972, 318 pp., p. 96.
 
[2] Estas palabras se las dice Polonio a su hijo Laertes en el acto I, escena III.
 
[3] Las Cartas de los Mahatmas”, Editorial Teosófica, Barcelona, España, 1994, carta 87, p. 585.
 
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El artículo “El Principal Objeto de Nuestra Lealtad” es una traducción del inglés llevada a cabo por Alex Rambla Beltrán. Texto original: “The Main Object of Our Loyalty”. La publicación en español ocurrió el 30 de agosto de 2023.
 
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Sobre el papel del movimiento esotérico en el despertar ético de la humanidad durante el siglo 21, lee el livro “The Fire and Light of Theosophical Literature”, de Carlos Cardoso Aveline.  
 
 
Publicado el 2013 por The Aquarian Theosophist, el volumen tiene 255 páginas. Contacto: Indelodge@gmail.com.
 
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