Preservar y Transmitir la Literatura
Teosófica Clásica es un Entrenamiento Eficaz
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Helena Blavatsky, escribiendo o revisando textos en su oficina en Londres, en 1887
 
 
 
Desde la antigüedad, la línea de frente de los esfuerzos filosóficos está marcada por el trabajo editorial, que incluye la investigación, redacción, revisión y publicación. Eso ocurre en Oriente y en Occidente, tanto en la literatura vedanta como en la tradición platónica.
 
El movimiento teosófico moderno no es una excepción a la regla. Sus principales fundadores eran también sus más dedicados investigadores, redactores, traductores y trabajadores editoriales. Está documentado el hecho de que, mientras los maestros de sabiduría estuvieron en contacto directo con el movimiento, ellos mismos ayudaban con el esfuerzo editorial y participaban en el trabajo de publicaciones como “The Theosophist”.
 
La pedagogía original de la filosofía esotérica recomienda un proceso vivo de investigación y estudio, evitando la memorización de la letra muerta de la enseñanza.
 
El esfuerzo aparentemente interminable de revisar textos filosóficos – entre otras tareas – es una forma de entrenamiento. Él desarrolla capacidades como la paciencia, perseverancia, flexibilidad, atención y concentración. La planificación y el uso eficiente del tiempo tienen una importancia decisiva.
 
El trabajo editorial fuerza al estudiante a investigar y expande el contacto de su alma con las ideas que cada texto examina y expresa. El proceso tiene varios elementos de Karma Yoga, porque es altruista. Tal práctica enseña humildad y autoobservación, ya que el estudiante tendrá que ver sus propios errores diariamente y, si tiene suerte, los lectores amigos y personas de buena voluntad señalarán sus errores.
 
Estas son algunas de las razones por las que la vitalidad interna del movimiento esotérico depende de la importancia dada al proceso de investigación y escritura, al mismo tiempo que las personas involucradas tratan de expandir tanto la calidad del trabajo como el altruismo de la motivación con la que él es desarrollado.
 
Una asociación teosófica que no priorice la búsqueda del conocimiento deja de ser una comunidad de aprendizaje para convertirse en una comunidad de creencias estacionarias y verdades oficiales, sujetas a la negociación entre los “líderes”.
 
Cuando la Política Sustituye a la Investigación
 
Mientras que la actividad institucional se basa normalmente en intereses de corto plazo y opiniones superficiales, la investigación pionera suele cuestionar viejas ideas establecidas y vencer el apego a la rutina mental.
 
Desde los comienzos del siglo XX, la burocracia y la creencia organizada han ganado más fuerza en el movimiento teosófico. La investigación, la vivencia de la enseñanza y la búsqueda de la coherencia pasaron a ser incómodas para el orden dominante en las varias corporaciones.
 
En el siglo XXI, las grandes asociaciones del movimiento teosófico están gobernadas por procesos institucionales y no por el desarrollo de la investigación y del estudio avanzados. En los círculos esotéricos más numerosos o gobernados con base en intereses materiales, el Karma Yoga de la acción altruista es menos importante – a la hora de definir el liderazgo – que la sonrisa políticamente correcta y el arte de parecer un santo. Mientras esta atmósfera de color de rosa domina gran parte de los grupos esotéricos, los verdaderos teósofos procuran seguir el ejemplo dado por los pioneros del proyecto.
 
Una Lección Práctica de la Fundadora
 
Helena Blavatsky enseña hoy a través de su vida en el siglo XIX. Ella no pasó sus días haciendo esfuerzos de relaciones públicas. Desafió la ignorancia políticamente organizada y luchó contra las causas del dolor humano. Aunque su vida haya sido una práctica ininterrumpida de austeridad, Blavatsky no siguió ninguna forma inútil de autodisciplina. Prefirió vivir la disciplina del autosacrificio por una meta humanitaria y fue una trabajadora editorial.
 
En 1883, durante la tentativa teosófica de crear en la India un periódico diario cuyo nombre sería “Phoenix”, Alfred P. Sinnett cuestionó la eficacia de la oficina editorial de HPB.
 
Ella, entonces, reveló a Sinnett algunas de las circunstancias bajo las cuales el trabajo teosófico debe llevarse a cabo, si la meta es desafiar las rutinas mentales y compartir la sabiduría ética:
 
“Me gustaría verte asumiendo la gestión y la edición del ‘Phoenix’ con diez centavos en tu bolsillo; con una serie de enemigos alrededor; sin amigos para ayudarte; siendo tú mismo el editor, el gerente, el secretario, y frecuentemente hasta el ayudante general; contando con un pobre Damodar al borde del agotamiento para ayudarte durante tres años, un niño que viene directamente de la escuela y no tiene más idea del trabajo que yo; ¡y con Olcott siempre – 7 meses al año – lejos! ¡Una mala gestión, de hecho! Hemos efectuado milagros creando solos, y ante tanto antagonismo, un periódico, la Sociedad y desempeñando otras tareas generales. (…) Acuérdate de que mientras tú, en medio de todos tus trabajos arduos como editor del ‘Pioneer’, solías dejar tu trabajo a las cuatro de la tarde habiéndolo comenzado a las diez de la mañana, y te ibas a la cancha de tenis o a dar un paseo, Olcott y yo empezábamos nuestro trabajo a las cinco de la mañana bajo la luz de las velas, y lo terminábamos a veces a las dos de la mañana. Nosotros no tenemos tiempo para el tenis, los clubes, teatros y relaciones sociales como tú. Casi no tenemos tiempo para comer y beber”.[1]
 
El fragmento ayuda a comprender la vida diaria de los discípulos y aspirantes a la sabiduría.
 
La comodidad personal no es la prioridad de ellos. Damodar K. Mavalankar, cuya trayectoria constituye la historia de éxito más brillante de todos los tiempos en el movimiento teosófico, es aquí francamente descrito por HPB como estando externamente “al borde del agotamiento”.
 
La Condesa Wachtmeister Ayuda a Blavatsky
 
Toda tarea editorial asume un carácter probatorio cuando ocurre en el territorio de las ideas teosóficas clásicas. La lucha con las palabras se desarrolla simultáneamente en varios niveles de consciencia, cuyo contraste y diferencia provocan desafíos considerables.
 
El estudio, redacción y traducción de un texto teosófico son, por tanto, procesos multidimensionales que deben hacerse una y otra vez desde varios ángulos. Cada vez que se trabaja con el texto, su comprensión puede estar más enriquecida, generando conclusiones nuevas y fundamentales.
 
En su libro sobre Helena P. Blavatsky, Sylvia Cranston reproduce el testimonio de la condesa de Wachtmeister, que colaboró directamente con HPB mientras ella redactaba “La Doctrina Secreta”. Dice la condesa:
 
“Un día (…), al entrar al cuarto en el que HPB escribía, encontré el suelo cubierto de hojas manuscritas descartadas. Le pregunté el significado de aquella confusión, y ella respondió: ‘Sí, he intentado escribir correctamente esta página doce veces y, cada vez, el Maestro dice que está errada. Pienso que voy a enloquecer escribiéndola tantas veces, pero déjame sola; no quiero parar hasta escribirla correctamente, aunque tenga que trabajar toda la noche’. Le traje una taza de café para reanimarla y apoyarla, y después la dejé continuar con su agotadora tarea. Una hora más tarde oí su voz llamándome, y, al entrar, constaté que, para su satisfacción, finalmente el pasaje estaba completo. Pero el trabajo había sido terrible, y los resultados en esa época eran, muchas veces, pequeños e inciertos”. [2]
 
Sin embargo, no es solo un Maestro de los Himalayas quien puede pedirle a un discípulo avanzado el esfuerzo de reescribir diez o quince veces un mismo pasaje.
 
También el maestro interno – la voz de la conciencia de cada estudiante de teosofía auténtica, independientemente de si él está avanzado o no tiene experiencia – exige con frecuencia revisar y corregir sin cesar algo que él escribe, o sus acciones diarias.
 
Para el aprendiz bien informado, “corregir es vivir”, y mejorar es necesario.
 
El aprendizaje de la teosofía implica identificar y superar errores constantemente. No debe haber ningún sentido de “martirio” en ello. Como afirma el dicho popular, “de los errores se aprende”.
 
NOTAS:
 
[1] “The Letters of H. P. Blavatsky to A. P. Sinnett”, TUP, Pasadena, CA, EUA, 1973, 404 pp., carta XXVII, p. 57.
 
[2] “Helena Blavatsky”, Sylvia Cranston, Ed. Teosófica, Brasilia, Brasil, 678 pp., 1997, p. 319.
 
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El artículo “El Yoga del Trabajo Editorial” es una traducción del portugués. El trabajo ha sido hecho por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “A Ioga do Trabalho Editorial”. La publicación en español ocurrió el 25 de febrero de 2021.
 
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