La Función de la Ley es Hacer Que
Todos los Seres Se Vuelvan Más Sabios
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
 
 
La idea de que la ley del Karma “castiga” y “da recompensas” individuales es simbólica. Como todo símbolo, ella no debe ser vista mecánicamente. La visión fatalista del Karma no hace más que obstaculizar la evolución.
 
Para comprender la ley del equilibrio y de la justicia, es necesario percibir de qué manera funciona. Ella se desdobla a través de una onda dinámica y compleja de acontecimientos e interrelaciones en el contexto amplio de la vida.
 
Por lo tanto, el karma no es una línea puramente individual de acciones y reacciones. Es cierto que hay una línea individual de siembras y cosechas. Esta línea kármica presenta acciones y reacciones reguladas por la ley de la justicia y del equilibrio.
 
Sin embargo, visto en profundidad, el karma es fundamentalmente colectivo, aunque tenga una fuerte componente individual. De este hecho básico surge la Ley de la Fraternidad Universal. En nuestro planeta y en el universo, todo se comunica, y todos los seres viven en unidad. Esta común-unidad implica un intercambio y una interacción constante entre todos los seres, regulada por la ley de la reciprocidad. Por consiguiente, los karmas individuales dialogan entre sí en todo momento, influenciándose unos a otros. El karma individual se desdobla dentro de las posibilidades ofrecidas por el karma colectivo.
 
La literatura teosófica enseña que la humanidad entera comparte hoy el karma de la quinta raza-raíz y de la quinta subraza. Son términos técnicos. En teosofía clásica, la palabra “raza” significa “tipo humano en un ciclo de largo plazo”. La teosofía trabaja por la fraternidad universal entre todos los tipos humanos y entre todos los seres, y combate al racismo y al antisemitismo. Los teósofos son amigos de los judíos, de los negros, de los pueblos indígenas y de todos los pueblos perseguidos a lo largo de la historia.
 
En un ciclo mucho más corto que el de las razas-raíces y las subrazas, la humanidad está atada al karma de la civilización actual, con sus ventajas y desventajas.
 
Existe una estructura familiar promedio, una capacidad promedio de dar amor a cada niño que nace, y una serie de determinantes y condiciones culturales.
 
Veamos un ejemplo concreto de un karma que no es puramente individual. Examinemos el caso del nacimiento de un niño autista. Además de ser este un suceso kármico que tiene una línea “individual” de acciones y reacciones del yo superior que “nace” como niño autista, el acontecimiento es también un karma del padre y de la madre, de la familia, y de la sociedad en la que nace el autista. Aunque produzca sufrimiento, es un buen karma, porque constituye un acontecimiento lleno de posibilidades de aprendizaje. Y es algo que está lejos de ser puramente individual. Los individuos que nacen hoy con limitaciones son ejemplos de errores kármicos colectivos. Nada ocurre por casualidad, y esta es una herencia humana. En este ejemplo, además,  hay factores colectivos junto a las dificultades individuales del yo superior que no consigue renacer completamente.
 
Hay también otro aspecto relevante en lo que se refiere a la ley del equilibrio. La palabra “castigo”, aplicada al karma desagradable o doloroso de alguien, es una expresión inadecuada e ineficaz porque sugiere que las dificultades de la vida son “castigos”. La verdad es otra. No existe ningún Dios personal y monoteísta cuya ocupación favorita sea “castigar” o vengarse de las personas que le desagradan.
 
Una Escuela de Almas
 
No hay castigos; hay lecciones. La vida no es un sistema penitenciario, sino una Escuela de Almas. Hablar de castigo sugiere una visión autoritaria de la vida. En la medida en que hablemos del karma como si este fuese un castigo, estaremos usando un lenguaje simbólico. Esta metáfora está presente en la literatura teosófica clásica, pero no es la única forma posible de describir la realidad, y el lenguaje del siglo XXI deberá ser el lenguaje de la pedagogía, del aprendizaje, del despertar de la consciencia.
 
Lenguaje simbólico aparte, la ley del karma es sobre todo la ley del aprendizaje. Nuestro planeta es una gran escuela de almas. En él hay lecciones lentas para los alumnos más “difíciles”, y lecciones más rápidas para los alumnos que aprenden por mérito propio y a través de un esfuerzo consciente. Algunos acontecimientos son agradables, otros desagradables, pero todos traen lecciones, y una experiencia humana en la que no hubiese ninguna dimensión de enseñanza y de aprendizaje sería una experiencia inútil.
 
Como vimos, las lecciones kármicas son básicamente colectivas, porque todo está interconectado. El propio yo separado es, técnicamente, una ilusión. Solo el yo superior es real, y él es universal y no está separado de nada. Por tanto, el karma “separado” no existe. El karma individual no solo está vinculado al karma colectivo, sino que depende enteramente de él para desdoblarse. El karma de alguien solo existe en un escenario colectivo con el que él dialoga e interactúa en todo momento.
 
Por esta razón, un estudiante atento de teosofía evitará caer en la ilusión de pensar que, “si alguien nace autista, la culpa es del propio autista, y el alma del niño debe estar siendo castigada por algún error del pasado”.
 
Eso sería lo mismo que decir, haciendo una generalización, que si los negros eran oprimidos durante la esclavitud, la culpa era de ellos; que si los judíos eran perseguidos, la culpa era de ellos; que si los trabajadores sufren desempleo y salarios bajos, la culpa es de ellos; y que cuando alguien es robado o asesinado, la culpa es de la víctima. “Si alguien está sufriendo es porque cometió un error”, dicen los desinformados.
 
Este razonamiento es simplista, perverso y antievolutivo. En el karma, no todo es cosechar. Lejos de ello: a cada instante están siendo sembrados innumerables errores nuevos. Cientos de miles de nuevas injusticias están siendo cometidas por primera vez. Todos estos desequilibrios tendrán que ser reparados y compensados a su debido tiempo. La función del que busca la sabiduría es colaborar con el equilibrio y la justicia. No es justificar el sufrimiento que puede ser evitado, adoptando una postura desprovista de solidaridad.
 
Así pues, no todos los que nacen autistas o con limitaciones físicas están “cosechando lo que sembraron”. Muchos son víctimas de circunstancias ajenas a su karma personal, y por eso serán debidamente recompensados en el futuro.
 
Solo el punto de vista de la solidaridad universal entre todos los seres – también llamada Compasión – permite comprender la esencia de la filosofía esotérica. El karma es inseparable de la compasión. Sin compasión no hay vida inteligente. El karma humano es fundamentalmente uno solo, y precisamente por esto la humanidad evoluciona a través de la ayuda mutua y de la solidaridad. Esta es la enseñanza de los grandes instructores de todos los tiempos.
 
En el plano individual, los seres humanos cosechan, en general, algo compatible con lo que sembraron. Sin embargo, el proceso está relacionado con muchos tipos diferentes de karma colectivo, y no hay una correspondencia inmediata, directa o mecánica entre la siembra y la cosecha de un individuo. Los seres también cosechan lo que no sembraron, lo cual será compensado más adelante, tanto en el caso de una cosecha inmerecidamente dura, como en el caso de una cosecha inmerecidamente agradable. Por eso, cuando alguien desea que le ocurran cosas agradables antes de examinar si las merece, solo está deseando gastar anticipadamente su karma positivo. Si esto sucediese, el resultado sería un futuro especialmente doloroso debido al gasto exagerado de karma positivo.
 
No hay, pues, karma bueno y karma malo. Cualquier karma es bueno, en el sentido de que cualquier karma enseña lecciones a quien tiene ojos para ver. Lo que existe, eso sí, es karma agradable y karma desagradable. Y no siempre lo que es agradable es bueno. Muchísimas veces el karma desagradable hace despertar a alguien, mientras que el karma agradable adormece y entorpece al individuo.
 
La Bicicleta en Movimiento
 
Uno de los principios fundamentales de la filosofía esotérica enseña que, a través de la ley de la reencarnación, todo el esquema de la naturaleza funciona y evoluciona de modo perfectamente justo. Este axioma de la sabiduría eterna necesita ser examinado con sentido común. De hecho, todo el esquema de la naturaleza es justo. De eso no hay la menor duda. Pero es justo en el sentido de que está siempre corrigiéndose a sí mismo, y no en el sentido de que ejerce una justicia perfecta en cada uno de sus momentos, vistos de manera aislada.
 
Podemos comparar esto con el modo en que uno anda en bicicleta.
 
El karma es, de hecho, como una bicicleta en movimiento. La rueda delantera, la rueda del karma, está siempre inclinándose hacia un lado y hacia el otro. Nunca está en perfecto equilibrio, sino que siempre está compensando los desequilibrios. La perfección está, pues, en el proceso por el cual la rueda delantera de la bicicleta corrige siempre cada uno de sus errores.
 
Buscar la sabiduría es obtener el equilibrio en la rueda de la vida, y aprender a corregir las imperfecciones. Siempre hay errores: personas que sufren injusticias, poblaciones enteras que son robadas por gobernantes criminales, etc. Los ejemplos son fáciles de identificar. Nos equivocaríamos si dijéramos que cada sufrimiento que ocurre es justo o necesario. Al contrario: la ley del karma es, entre otras cosas, la ley de la compasión. Ella establece que las almas más experimentadas y más sabias deben luchar por erradicar las causas del sufrimiento.
 
Hay una idea clave que ayuda a comprender este hecho. La compasión no es negar el karma de los errores pasados de alguien. La compasión es crear oportunidades para que ese karma, en vez de ser “castigado”, sea compensado a través de un aprendizaje positivo. En este caso, el individuo practica en la próxima vida – o en la fase siguiente de la misma vida – el bien opuesto al mal cometido, tal como recomienda el Yoga de Patanjali.
 
El Raja Yoga enseña que se debe sustituir el pensamiento errado por el pensamiento correcto opuesto. Así, también debe compensarse la acción errada por la acción correcta opuesta. Si alguien comete un error en una encarnación, se trata de construir condiciones kármicas para que esta persona, como todas las otras, pueda ser llevada en la vida siguiente a cometer el bien opuesto, y no a sufrir mecánicamente el mismo error en condición de víctima, y tampoco a repetir el error. Para eso es necesaria la práctica de la fraternidad universal como principio inseparable de la justicia. De este modo se construirán las condiciones para que todas las nuevas generaciones puedan compensar los errores y las limitaciones de vidas pasadas de manera constructiva, y no destructivamente.
 
Como dice en su capítulo 53 el Wen-Tzu – una obra clásica del taoísmo filosófico -, es recomendable crear condiciones culturales y colectivas que den oportunidades a las personas para que actúen de modo virtuoso y correcto. Ellas deben redimirse de sus errores poniendo en práctica las acciones correctas que les corresponden simétricamente. La sabiduría esotérica enseña que un error no justifica el otro, y que la venganza no es justicia. A cada error le corresponde la buena acción que lo compensará. Solo las buenas acciones adecuadas eliminarán el karma de la ignorancia. El mero castigo no libera: el aprendizaje, la acción correcta, sí.
 
El Karma y la Resistencia al Cambio
 
En el camino espiritual, es normal que durante algún tiempo las buenas acciones sean “recompensadas” solo con más sufrimiento. Esto no ocurre porque “la vida es cruel”, como piensan algunas personas desanimadas. Ocurre porque el buen karma no madura de inmediato. Lejos de ello. Al madurar lentamente, el karma funciona para evitar que los avances del peregrino en el camino espiritual sean superficiales o sucedan sin las debidas probaciones.
 
La demora en la maduración del karma no es el único factor que pone a prueba la perseverancia. A cada paso adelante en el camino del autoconocimiento, es atraída una fuerza igual en sentido contrario. Como consecuencia de eso, el estudiante debe estar preparado para la “resistencia al cambio”, tanto en el plano físico como en los planos emocional y mental. La ley del karma es la ley de la reciprocidad. A cada acción le corresponde una reacción que vendrá a poner a prueba, en el mismo plano de la realidad, la fuerza de tu decisión de recorrer el camino de modo duradero.
 
No hay avances “fáciles” o “gratuitos” que sean sólidos en el camino espiritual. Es necesario avanzar de manera consistente, paso a paso.
 
Hay que tener una voluntad incondicional, capaz de ganar una fuerza cada vez mayor en las dificultades. La naturaleza de la felicidad del estudiante debe ser estable, es decir, independiente de las mareas externas de la vida. Este realismo disminuye radicalmente el tamaño de las decepciones y, por otro lado, aumenta la solidez y la durabilidad de las victorias.
 
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El artículo “Karma: ¿Castigo o Aprendizaje?” es una traducción del portugués y ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Título original y link: “Carma: Castigo ou Aprendizado?”. La publicación en español ocurrió el 12 de abril de 2020.
 
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