Los Impulsos Destructivos Son Síntomas de
Una Frustración Profunda, Que Se Debe Curar
 
 
Enrique Pichon Rivière y Ana Pampliega de Quiroga
 
 
 
Enrique Pichon Rivière nació el 25 de junio de 1907 y vivió hasta julio de 1977
 
 
 
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Nota Editorial de 2020
 
¿De dónde surgen los papagayos imitadores
de Adolf Hitler, que usan un discurso de
izquierda – o de derecha – y se presentan como
socialistas, o capitalistas, para prometer al pueblo
la felicidad a través del odio y de la destrucción?
 
Ana Pampliega de Quiroga y Enrique Pichon
Rivière analizan los sentimientos de frustración de los
ciudadanos y muestran cómo algunos aventureros
pueden aprovecharse de esta forma de sufrimiento.
 
Los pueblos crecen enfrentando y venciendo crisis.
La comprensión libera de la violencia. La paz estimula
la sabiduría. No debería ser muy difícil percibir
un hecho básico: la ayuda mutua es mejor que el rencor.
 
(Carlos Cardoso Aveline)
 
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Durante los últimos tiempos los diarios, al referirse a los acontecimientos de orden internacional y nacional, registraron brotes de violencia cuya intensidad y reiteración sólo pueden ser explicadas a través de un detenido análisis.
 
El mundo está sometido en su totalidad a una frustración del hombre en su posibilidad de realizarse. De allí surgen tremendas tensiones cargadas de hostilidad y que cuentan con un común denominador: la agresión. Ese miedo es hoy una enfermedad universal y contra él es que surge un mecanismo de defensa: la violencia.
 
Esa tensión estalla en focos dispersos, parciales, en actitudes grupales o aisladas, pero que siempre reflejan la situación de una comunidad. Un hombre, como hace poco sucedió en Texas, que sube a una torre y asesina a balazos a decenas de personas no es un hecho casual, sino que en ese momento actúa como el portavoz de todo un grupo. La explosión aislada que significa esa violencia no es otra cosa que una manera de defenderse o postergar el estallido universal, que significaría hoy la destrucción de la humanidad.
 
La violencia puede ser definida como una reacción colectiva ocasionada por la acumulación de frustraciones de individuos que, en un momento dado, por identificarse en un mismo conflicto adquieren una pertenencia. La agresión, aunque se manifieste caóticamente, va precedida siempre de una etapa de planificación y tiende a destruir lo que representa la fuente de frustración o de miedo, ya sea un objeto concreto o un símbolo de ese objeto. La violencia apunta siempre a una dirección.
 
Debajo de esa estructura de agresión, que de un modo u otro se hace colectiva, encontramos una pauta incorporada ya a nuestra cultura y alimentada por dos factores señalados varias veces a lo largo de estas notas [1]: la inseguridad y la incertidumbre.
 
Fenomenológicamente, el acto de violencia va precedido de un período de oscuridad (por eso se habla de violencia ciega), como si se esperara la debilitación de la censura para que se produzca el empuje incontenible de la agresión. Estudiando detenidamente el fenómeno del estallido, se observa junto al período previo de planificación una percepción del lugar o del símbolo del que proviene el malestar y al que se dirigirá el ataque. Para analizar el estallido de violencia debemos estudiar sus causas, sus personajes, el campo en que se desarrolla, los objetivos a los que apunta.
 
Difícilmente un acto de violencia se equivoca en su dirección, tocando siempre los valores que el grupo agresor quiere sustituir.
 
En cuanto a las causas, la principal es la ya mencionada frustración, surgida y continuamente fomentada a través del carácter competitivo de nuestra sociedad, por la inaccesibilidad de las fuentes de gratificación [2], un incesante aumento del costo de vida, con la consecuencia de un incremento de la incertidumbre y el miedo al desempleo, uniéndose a esto la imposibilidad de planificar un futuro.
 
Las diferencias de clase, las tensiones raciales, y las perturbaciones en la comunicación entre clases sociales, personas e instituciones, esa situación de desencuentro que alguien llamó “Diálogos de Sordos”, vienen a agravar la situación.
 
Estas diferencias, causa de tensiones, han sido traducidas al plano internacional en términos de desarrollo y subdesarrollo, y el carácter monopolista, colonialista e imperialista de las grandes potencias [3], agrava la envidia y la rivalidad en un mundo dividido entre pobres y ricos, originándose otra vez esa frustración que conduce a la violencia.
 
Los protagonistas de este golpe de violencia son, por un lado, los que alimentan situaciones de tensión, configurando instituciones, actitudes y prejuicios que provocan la frustración. Por otro lado, se enfrentan a ellos las víctimas de un constante desengaño.
 
Una de las salidas de esta situación de enfrentamiento es la elección de personas o grupos minoritarios sobre los que se desplaza la agresión. Una vez más, el estallido parcial permite un drenaje de agresividad y trata de salvar a la sociedad de la destrucción total.
 
En un momento dado, poco importa quién sea el objeto de odio; es por eso que Harman Bahr, 50 años antes del nazismo, escribió: “Si no existieran judíos, los antisemitas tendrían que inventarlos”. Lo mismo debiera decirse de los negros, de los adolescentes, es decir, de todas las minorías con características diferenciadas que en un momento dado desempeñan el rol de chivo emisario.
 
Estos grupos que representan el papel de víctimas son minorías a las que les toca desempeñarse como agentes de cambio social, despertando los miedos universales: el miedo a la pérdida y el miedo al ataque, reforzando de esta manera los factores desencadenantes de la agresión.
 
NOTAS:
 
[1] “Estas notas”: alusión a los capítulos de la obra “Psicología de la Vida Cotidiana”, de Enrique Pichon Rivière y Ana Pampliega de Quiroga. (CCA)
 
[2] “Fuentes de gratificación”: los autores se refieren aquí a las fuentes meramente materiales de satisfacción personal, cuyo carácter falso e ilusorio es desenmascarado por la teosofía. (CCA)
 
[3] Grandes potencias colonialistas que son tanto “capitalistas” como “comunistas”; véase por ejemplo el caso notable de China en las primeras décadas del siglo XXI. (CCA)
 
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El texto “La Violencia” fue reproducido de la obra “Psicología de la Vida Cotidiana”, de Enrique Pichon Rivière y Ana Pampliega de Quiroga, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1970, 182 páginas. Véanse las pp. 78-80. Su  publicación en los sitios web asociados ocurrió el  01 de junio de 2020.
 
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