La Sabiduría Esotérica
en la Cordillera Andina
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Una comunidad andina, pintura de autor desconocido
 
 
 
Directa o indirectamente, todas las grandes religiones de la humanidad han sido inspiradas desde siempre por Adeptos. En latín, ‘adeptus’ significa ‘aquel que obtuvo’. La palabra adepto es un término técnico, y una de sus definiciones es ‘aquel que completó la evolución humana’.
 
Según la filosofía esotérica, la vida del cosmos evoluciona en nuestro planeta en largos períodos de tiempo, recorriendo los reinos elemental, mineral, vegetal, animal, humano y divino. Cada reino es una continuación evolutiva del anterior. En ese contexto amplio, el adepto es un alma individual que ya ha completado la etapa humana actual de la evolución. Es decir, ha alcanzado la perfección, desde el punto de vista de nuestra humanidad, aunque sigue aprendiendo, en el ámbito más amplio de las inteligencias cósmicas.
 
Cada vez que un ser humano alcanza el adeptado, toda la humanidad se queda un poco más cerca de la paz y la felicidad. La mayor parte de los adeptos decide libremente permanecer en nuestro esquema evolutivo para ayudar al planeta y sus habitantes. Algunos de ellos mantienen cuerpos físicos. Otros (los nirmanakayas) prefieren trabajar en un plano más sutil. De los que mantienen cuerpos físicos, algunos trabajan más cerca de la humanidad y estimulan directamente la intuición, la inteligencia espiritual, el altruismo y la felicidad incondicional en nuestros corazones y mentes. Estos adeptos son llamados Maestros de Sabiduría.
 
Los sabios inmortales están presentes en todas las grandes culturas humanas, y los pueblos andinos no son una excepción. En una carta a la Sra. Patience Sinnett, Helena Blavatsky, la fundadora del movimiento teosófico moderno, afirmó que algunos discípulos orientales de los Adeptos “son grandes amigos de los adeptos y chelas (discípulos)  nativos del Perú,  del México y de  los pueblos de piel  roja”.[1]
 
Blavatsky y los Sabios de los Andes
 
En su obra “La Doctrina Secreta”, la Sra. Blavatsky escribió:
 
“Los miembros de varias escuelas esotéricas – cuya sede está más allá de los Himalayas, y cuyas ramificaciones pueden ser encontradas en China, Japón, India, Tíbet, y aun en Siria, además de América del Sur – afirman tener en su poder la suma total de todas las obras sagradas y filosóficas, manuscritas o impresas: todas las obras, en todas las lenguas o jeroglíficos (…) y devanagari.” [2]
 
Ella se refería a las escuelas de los Adeptos.
 
En otro pasaje de la literatura teosófica, H.P.B. afirma específicamente que hay una logia de adeptos en operación en América del Sur. En los “Escritos Reunidos” de Blavatsky, volumen octavo, Charles Johnston reproduce una charla que tuvo con ella en la primavera de 1887, en Londres.
 
“Entonces me contó algo sobre los Maestros y Adeptos que había conocido”, escribe Johnston. “Ella conoció Adeptos de muchas razas del Norte y del Sur de la India, del Tíbet, Persia, China, Egipto; de varias naciones europeas, griegos, húngaros, italianos, japoneses, de ciertas razas de América del Sur, en donde ella dice que había una logia de adeptos”.
 
H.P.B. tenía conocimiento directo del tema. Antes de comenzar la etapa pública de su trabajo místico, con la fundación del movimiento teosófico en 1875, ella había visitado personalmente logias de adeptos en diversas partes del mundo, incluso en los Andes. HPB prosiguió, en la charla con Charles Johnston:
 
“Fue la tradición acerca de este hecho [la existencia de sabios inmortales] la que los conquistadores españoles encontraron con la idea de la ciudad dorada de Manoa o El Dorado. Esa raza tiene un origen común con los antiguos egipcios, y los adeptos aún mantenían inviolable el secreto de dónde está su local de retiro. Hay ciertos miembros de las logias [de adeptos] que pasan de centro en centro, manteniendo sin interrupción las líneas de conexión entre ellos. Pero ellos están siempre conectados de otras formas.”
 
“¿En sus cuerpos astrales?” – preguntó Johnston. “Sí”, contestó H.P.B., “y también de otras formas más elevadas.” [3]
 
En general, se considera que los conquistadores españoles hicieron una gran injusticia al dominar con brutal violencia a los pueblos andinos. Desde el punto de vista humanístico y exotérico esto es sin duda muy correcto. Sin embargo, la filosofía esotérica muestra que al lado de injusticias crueles y a veces a través de ellas y a pesar de ellas la ley del Karma opera siempre como la ley de la armonización constante, es decir, como un proceso natural de rescate de la justicia y del equilibrio. Un Mahatma escribió:
 
“La Naturaleza tiene un antídoto para cada veneno y sus leyes, una recompensa para cada sufrimiento. La mariposa devorada por un pájaro se convierte en ese pájaro, y el pajarillo muerto por un animal entra en una forma superior.” [4]
 
La dominación de la sociedad andina tradicional por los españoles fue consecuencia de causas profundas, entre las cuales la propia decadencia interior del imperio incaico. El maestro escribe en la carta 23-B, destinada a Sinnett:
 
¿Qué saben ustedes de América, por ejemplo, antes de la invasión de ese país por los españoles? Menos de dos siglos antes de la llegada de Cortés existía ya una ‘aceleración’ tan grande hacia el progreso entre las Subrazas del Perú y México, como la que existe ahora en Europa y en los Estados Unidos de América. La subraza de ellos terminó en casi la total aniquilación por causas generadas por ella misma; eso pasará con la de ustedes al final de su ciclo.” [5]
 
Muchos siglos antes de la llegada de los europeos, los Andes conocieron civilizaciones avanzadas. En su texto “A Land of Mystery”, H. P.  Blavatsky escribe sobre sus estructuras ciclópeas, es decir, gigantescas. La palabra “ciclópeo” se refiere a la creencia antigua en gigantes con un solo ojo en el medio de la frente.
 
Blavatsky afirmó:
 
“En lo que concierne a los edificios prehistóricos, Perú y México son comparables con Egipto. Se asemejan a la tierra de los faraones en la inmensidad de sus estructuras ciclópeas. Perú la supera en cantidad y Cholula rebasa a la gran pirámide de Cheops en anchura, si no en altura. Obras públicas tales como las murallas, las fortificaciones, las terrazas, los canales, los acueductos, los puentes, los templos, los cementerios, ciudades enteras y las calles exquisitamente pavimentadas, serpentean por centenares de millas en una línea ininterrumpida, cubriendo la tierra como si fueran una red. En la costa, las construcciones son de tabiques y en las montañas, de cal porfídica, granito y arenisca sílica. La historia no sabe nada de las largas generaciones de los artífices de estas obras y aun la tradición guarda silencio. Obviamente, una vegetación lozana ha cubierto la mayoría de estos restos líticos. Selvas enteras han surgido de los corazones rotos de las ciudades y, con algunas excepciones, todo está en ruina. Sin embargo, lo que permanece nos da un vislumbre de lo que en un tiempo existió.”
 
La Sra. Blavatsky prosigue:
 
“Los historiadores españoles, con un desinterés muy impertinente, hacen remontar casi todas las ruinas a los Incas. Este es un gran error. Los jeroglíficos que, a veces, cubren íntegramente las murallas y los monolitos, siguen siendo siempre letra muerta para la ciencia moderna, así como lo eran para los Incas, cuya historia puede ser conocida hasta el siglo XI. Los Incas ignoraban el significado de estas inscripciones, atribuyéndolas todas a sus antepasados desconocidos, desacreditando la suposición según la cual descendían de los primeros seres que civilizaron su país.” [6]
 
Los Incas y los Brahmanes
 
H.P. Blavatsky escribe que los incas, la casta superior de la sociedad andina en los últimos siglos antes de la colonización española, corresponden a los brahmanes, la casta superior de la India tradicional: 
 
“Los Incas, considerando sus privilegios exclusivos, su poder y su ‘infalibilidad’, son el equivalente antipodal de la casta brahmánica de la India. Análogamente a esta última, los Incas afirmaban descender directamente de la Deidad que, como en el caso de la dinastía Suryavansa de la India, era el Sol. Según la tradición única y general, en un tiempo la población completa del Nuevo Mundo de hoy estaba fragmentada en tribus independientes, beligerantes y bárbaras. Finalmente, la deidad ‘Superior’, el Sol, se enterneció y a fin de rescatar a esta gente de la ignorancia, envió sobre la tierra a sus dos hijos: Manco Capac y su hermana y mujer, Mama Ocollo Huaco, con la misión de instruir a los terrícolas. Otra vez, ellos son la contraparte andina del Osiris egipcio y su hermana y mujer Isis, y también de los innumerables dioses, semidioses hindúes y sus cónyuges. Estos dos aparecieron en una isla hermosa en el lago Titicaca y se dirigieron hacia el norte, a Cuzco, que enseguida se convirtió en la capital de los Incas, donde empezaron a diseminar su civilización.”
 
HPB prosigue:
 
“La pareja divina, reuniendo las varias razas peruanas, empezó a asignarles sus deberes. Manco Capac enseñó a los hombres la agricultura, la legislación, la arquitectura y las artes. Mama Ocollo instruyó a las mujeres a tejer, hilar, bordar y en los quehaceres domésticos. Los Incas afirman que descienden de esta pareja celestial. Sin embargo, ignoraban por completo quiénes fueron los artífices de las ciudades estupendas, ahora en ruinas, esparcidas en el área de su imperio, que entonces se extendía desde el Ecuador hasta más de 37 grados de Latitud, incluyendo no solo la vertiente occidental de los Andes, sino la cadena montañosa completa con sus faldas orientales hasta el río Amazonas y el Orinoco.”
 
“Los descendientes directos del Sol eran exclusivamente los altos sacerdotes de la religión del Estado y también los emperadores y los estadistas más importantes en la tierra. En virtud de esto, análogamente a los brahmanes, se otorgaron una superioridad divina sobre los mortales ordinarios, instituyendo, como los ‘nacidos dos veces’, una casta exclusiva y aristocrática: la raza Inca. Todo Inca reinante, considerado un hijo del Sol, era un alto sacerdote, el oráculo, el caudillo en la guerra, un soberano absoluto, desempeñando el doble oficio de Papa y Rey, anticipando, por mucho tiempo, el sueño de los pontífices romanos. Sus órdenes se ejecutaban sin vacilar, su persona era sagrada y era el objeto de honores divinos. Los oficiales más importantes de la tierra no podían presentarse ante él con zapatos.”
 
Hay más evidencias:
 
“La señal de respeto nos reconduce, nuevamente, a un origen oriental. Mientras el ritual de perforar las orejas de la prole de sangre real, insertando anillos dorados ‘cuyo tamaño se incrementaba a la par que adelantaban en el estado social, hasta que la extensión del cartílago se convertía en una deformación’, sugiere una semejanza extraña entre los retratos esculpidos de muchos de ellos en las ruinas más modernas y las imágenes de Buda y de algunas deidades y aun de nuestros petimetres contemporáneos de Siam, Birmania y de la India meridional.” [7]
 
De la misma forma que en la vieja India de poder brahmánico, en la civilización andina solo tenía derecho a la educación el que pertenecía a la casta superior, de los incas. Y de modo idéntico a lo que ocurría en el Rajastán, en el norte de India, también en el Perú, cuando se moría un Inca, un gran número de sus servidores personales y sus esposas eran llevados a morir con él, durante las ceremonias funerales. En India, los ingleses prohibieron esta práctica – a la que se le daba el nombre de “sati” – en el año 1829. La palabra “sati” quiere decir, literalmente, “buena esposa” o “buena mujer”. La buena mujer tenía que matarse. 
 
En lo cierto como en lo errado, las correspondencias son numerosas. El Manco Capac andino corresponde no solo al egipcio Osiris, como hemos visto, sino al chino Foh, al mexicano Quetzalcóatl, al centroamericano Votán y también al creador de civilizaciones de la tradición hindú: para HPB, Manco Capac es “el Manú de América del Sur”.
 
Los Primeros Arios
 
La literatura teosófica calcula que la quinta raza actual (una larga serie de civilizaciones que tiene entre sus puntos comunes un cierto énfasis en el desarrollo mental del ser humano) surgió en la gran India hace cerca de un millón de años.
 
Helena Blavatsky afirma:
 
“Ningún ser humano actual  puede decidir si los arios surgieron de los americanos arcaicos, o si éstos surgieron de los arios prehistóricos. Sin embargo, es más fácil probar que contradecir, que en algún tiempo debía existir una relación íntima entre los arios antiguos, los habitantes prehistóricos americanos, cualquiera que sea su nombre, y los antiguos egipcios. Probablemente, si alguna vez tal relación fue una realidad, debe haberse entablado en un tiempo durante el cual el Atlántico no separaba a los dos hemisferios como ocurre actualmente.” [8]
 
Otro aspecto interesante en el estudio que se puede hacer de los puntos comunes entre las civilizaciones india y andina, y que se relaciona directamente con el trabajo de los adeptos y sus discípulos, se refiere a los sistemas de cavernas y túneles. Uno de los maestros de Helena Blavatsky se refiere a sí mismo como a un ‘habitante de cavernas’, o un ‘hombre de las cavernas’ de este y del otro lado de los Himalayas, en la carta número cuatro de las Cartas a Sinnett. [9]
 
En su obra “From the Caves and Jungles of Hindustan”, Helena Blavatsky describe un sistema de túneles y cavernas conectados en el Norte de la India que es usado por la jerarquía de Adeptos. En “Isis Sin Velo”, ella describe el sistema de túneles secretos en los Andes.
 
Los Cultos Solares
 
HPB visitó por lo menos dos veces la región andina. Una vez en 1851, otra vez entre 1853 y 1855. Es posible que haya estado en el continente sudamericano una tercera vez.
 
La obra “Isis Sin Velo” da detalles de sus viajes y algunas informaciones curiosas sobre cómo ocurrió la resistencia de la cultura nativa bajo la dominación política y religiosa del mundo europeo.
 
El culto al Sol, por ejemplo, sigue vivo hasta hoy día, y es rescatado en su esencia por la filosofía esotérica como una forma de devoción al Logos Solar. Se trata de un sentimiento básico que se encuentra bajo otras formas en diversas partes del mundo.
 
En Copán (Honduras) y Quiriguá (Guatemala), en 1881-1882, fue encontrado en lo alto de una columna de 10 a 12 pies (3 a 4 metros) de altura una pequeña pirámide truncada con un “disco solar” de 17 rayos, lo que coincide con el número sagrado de rayos en el disco solar de Egipto. Helena Blavatsky comenta este hecho y dice que él “indica una vez más la antigua conexión entre los pueblos centroamericanos y el continente perdido de la Atlántida”. [10]
 
Por otro lado, el escritor y viajero David Childress afirma en su libro “Ciudades Perdidas y Antiguos Misterios de América del Sur” [11] que los primeros españoles, al legar a Cuzco, la capital incaica, vieron un disco solar hecho de oro, sugiriendo la idea de un rostro humano. Cuando la luz del Sol incidía sobre él, el disco sagrado lanzaba otros tantos rayos luminosos. Este disco principal estaba en el templo del Sol, “Coricancha”, y recibía los rayos solares en el amanecer. Otro disco, casi igual, captaba los últimos rayos del sol poco antes de la noche.
 
Hay una estrecha relación entre los cultos solares de distintos pueblos y el trabajo espiritual de la Comunidad de los Adeptos o Iniciados.
 
El punto de vista de los Adeptos con relación a las religiones no es convencional ni se preocupa por las apariencias.
 
Según ellos, el universo es dirigido eternamente desde adentro hacia afuera por la Ley Una, y las religiones serán útiles en la medida en que nos aproximen prácticamente al modo de funcionamiento de esa ley. Pero serán inútiles o dañinas en la medida en que nos alejen de la verdad suprema a través, por ejemplo, de la creencia ciega en formas externas.
 
El mismo lema del movimiento teosófico dice que “no hay religión superior a la verdad”. En una carta que narra la posición del Maha Chohan con relación al movimiento, un Maestro escribe:
 
“Las doctrinas fundamentales de todas las religiones se comprobarán idénticas en su significado esotérico, una vez que sean liberadas del peso muerto representado por las interpretaciones dogmáticas, y de los nombres personales, de las concepciones antropomórficas y de los sacerdotes asalariados. Osiris, Krishna, Buda y Cristo serán presentados como nombres distintos de un mismo camino real hacia la bienaventuranza final, el Nirvana.” [12]
 
La filosofía esotérica cuestiona los dogmas religiosos, porque ellos tienen que ser trascendidos durante la búsqueda de la sabiduría.
 
El teósofo debe tener en cuenta un punto de vista cuestionador cuando mira las formas externas de religiosidad, incluso las de la tradición andina. La investigación teosófica nos lleva a percibir la verdad universal y la Doctrina Secreta bajo la capa externa de la religión popular. Al mismo tiempo, la idea de que hay desde hace mucho una fuente esencial de inspiración en los Andes está inscrita en la imaginación popular y en la cultura de todo el continente.
 
Cómo se Puede Encontrar al Maestro
 
La cultura andina tradicional es una religión de la naturaleza. La montaña, por ejemplo, es vista como algo sagrado, y así también el viento, la roca, el agua, la tierra. Las tierras altas de la cordillera, más próximas al Sol, eran fuentes de inspiración para la planicie. El agua que baja de las montañas y fertiliza a los valles es vista como algo sagrado y como un regalo de los dioses. Esa relación a la vez natural, religiosa y oculta entre cordillera y tierras bajas es expresada por uno de los poetas más importantes de la literatura brasileña, Gonçalves Dias, en su famoso poema “Y-Juca-Pirama”. [13]
 
En los versos siguientes – un corto tramo del poema -, queda clara la expectativa de que las almas más adelantadas y altruistas entre los indígenas brasileños podrían nacer en el futuro en la cordillera, más próximos a la gran fuente de inspiración. El tema del poema es el temor a la muerte:
 
¿Qué tienes, guerrero?
¿Qué temor te asalta en el momento terrible?
Orgullo de las aldeas que te vieron nacer,
Quédate contento al morir.
Quédate contento al morir,
Porque más allá de los Andes renace el fuerte
Que supo confrontar con orgullo los miedos
De la fría muerte.”
 
Podemos traer estos versos de Gonçalves Dias más cerca de nosotros y decir que, si tenemos coraje de morir para el mundo psicológico del egoísmo, podremos renacer – en esta misma vida – para el mundo hecho de verdad y de altruismo en el que viven y trabajan los Maestros de Sabiduría.
 
Encontrar al Maestro no significa viajar físicamente a los Andes o a la cordillera de los Himalayas. Significa, eso sí, escuchar a la voz del silencio, percibir cuál es el plan de trabajo de nuestro yo superior y entonces obedecerlo. Lo cual, paradójicamente, solo se puede hacer cuando tenemos total libertad de pensamiento y coraje, además de sentido común y discernimiento. Tal “obediencia” es el gesto más libre, natural y autónomo de que un ser humano es capaz.
 
Cuando miramos profundamente a las tradiciones religiosas, vemos aquí y allí indicios claros de la percepción colectiva de que seres inmortales guían nuestra evolución. La tarea del movimiento teosófico – a través, incluso, del estudio comparado de religión, filosofía y ciencia – es darles a más personas elementos para que se liberen de todo tipo de creencia automática y ciega.
 
Dos Extremos a Evitar
 
¿Cuál es, entonces, la actitud correcta del estudiante de sabiduría oculta delante de las religiones americanas prehispánicas en general, y andinas en particular? Uno de los Mahatmas escribió, en la última carta recibida de un Adepto, la Carta de 1900:
 
“La credulidad genera credulidad y termina en hipocresía.” [14]
 
La actitud del teósofo frente al mundo andino debe incluir respeto, admiración, equilibrio y discernimiento. Será recomendable evitar dos posiciones extremadas: la del escepticismo y la de la idealización acrítica.
 
La primera postura diría que la tradición de los Andes pertenece a la cuarta raza raíz y, por lo tanto, al pasado, ya que estamos en la quinta raza raíz, avanzando hacia el despertar de la intuición que caracterizará a la sexta subraza de la quinta raza. Según esta tesis, después que H.P. Blavatsky escribió sus libros en colaboración con los Maestros, y desde que tenemos las Cartas de los Mahatmas y el conjunto de la literatura teosófica auténtica, debemos evitar la dispersión de la mente con el estudio de las tradiciones de la cuarta raza.
 
Esta tesis está equivocada porque, en primer lugar, la misma HPB se tomó el trabajo de estudiar y visitar personalmente los lugares centrales de estas tradiciones de sabiduría, y escribió largos textos sobre ellas.
 
En segundo lugar, las enseñanzas espirituales de los pueblos que tienen su base histórica en la cuarta raza raíz – como el zen japonés o el taoísmo filosófico – cumplen hoy y van a seguir cumpliendo un rol importante en el mismo proceso de la quinta raza raíz, que predomina hoy en la humanidad.  La sabiduría “heredada” de la cuarta raza nos ayuda a reencontrar la simplicidad, el contacto con nuestro propio corazón y con los ritmos básicos de la naturaleza. Esto es indispensable porque hemos desarrollado la mente concreta y dualista hasta la exageración y el agotamiento, en los últimos 300 años.
 
En ese contexto, no es coincidencia el interés mundial creciente por la tradición andina. La cuarta raza aún tenía la intuición; la quinta raza la perdió, y la sexta raza la recuperará. En la segunda mitad de la quinta raza, en la que estamos, tenemos mucho que aprender de las culturas originarias de la cuarta raza. Pero no podemos abandonar nada de lo aprendido con el desarrollo intelectual de la quinta raza, sino que debemos avanzar con más y más fuerza y con todo nuestro desarrollo mental hacia la civilización intuitiva de la sexta raza.
 
La otra tendencia extremada con relación al mundo andino tradicional sería considerar que todo en él es bueno y correcto, sin necesidad de un examen crítico. La verdad es que, para ir más allá del interés meramente turístico y superficial que gira en torno a las supersticiones populares, los fenómenos psíquicos y el pseudo-ocultismo, es necesario mirar a nuestras tradiciones de sabiduría prehispánicas desde el punto de vista teosófico, viéndolas como parte del esfuerzo de la comunidad de los Adeptos por acelerar la evolución humana espiritual, haciendo que ella avance más por la luz que por el sufrimiento, y más por la comprensión de las enseñanzas que por la creencia y los rituales ciegos.
 
Será necesario, entonces, identificar lo que es verdadero y lo que es falso intensificando nuestro contacto interno con las fuentes de inspiración del movimiento teosófico, que tienen como norma actuar en silencio pero incesantemente, a lo largo de milenios. Será importante sacar de la tradición andina lo que es útil para los próximos pasos de la marcha humana, sin tratar de defender automáticamente todo lo que es andino frente a un mundo “externo” ingenuamente considerado hostil.
 
Pero no es suficiente evitar tanto el rechazo en bloque como la idealización romántica de la cultura andina.  Si pensamos que desde el punto de vista teosófico las semillas de nuestro futuro son ofrecidas por nuestro pasado, podemos ver que las culturas sudamericanas antiguas contienen claves, lecciones y aspectos valiosos del objetivo espiritual que debemos alcanzar tarde o temprano.
 
Los Andes y el Futuro
 
Es por su contribución para la humanidad en las próximas décadas y siglos por lo que debemos estudiar la tradición andina y aumentar el contacto con su fuente de inspiración sagrada: no se trata de algún apego personal a visiones románticas del pasado.
 
Tres puntos básicos llaman la atención entre las lecciones que podemos extraer de la sabiduría de los Andes:
 
A) Ella nos ayuda a percibir la esencia de las cosas y de uno mismo, trascendiendo el intelectualismo excesivo de la quinta subraza de la quinta raza raíz, que hoy predomina. 
 
B) Ella nos ayuda a entrar en armonía con todos los seres, y a ver la energía divina en el árbol, el río, la piedra y las estrellas o la montaña. La idea es fundamental para que podamos vencer los desafíos ecológicos y éticos de la transición civilizatoria que vivimos.
 
C) Ella nos enseña que todo lo cotidiano es sagrado y que cada gesto nuestro debe ser ofrecido a la divinidad; la siembra, la cosecha, la construcción de una vivienda o una simple mirada al cielo pueden conectarnos conscientemente con lo que es divino.
 
En cambio, entre las cosas que No debemos aprender de la tradición andina están algunos errores y fracasos pasados de la cuarta raza raíz, incluso de la Atlántida. Dos ejemplos prácticos: 
 
1) El uso del psiquismo inferior.
 
Sus riesgos y peligros están suficientemente señalados en la literatura teosófica y en el libro “La Voz del Silencio”.
 
2) Los sacrificios de seres vivos.
 
Algo inaceptable para toda consciencia espiritual, que es inseparable de la práctica de ahimsa, o no-violencia.
 
Estos son algunos lineamientos de lo que puede ser una visión teosófica de las culturas americanas tradicionales. De ese modo reconoceremos en la sabiduría andina una contribución para que florezca la fraternidad universal de todos los pueblos, de todas las culturas, de todos los seres y de las diversas civilizaciones. La humanidad estará libre no solo de la pesadilla de las armas nucleares, sino de las diferentes formas de guerra y otros procesos de odio organizado.
 
La idea de la fraternidad incondicional nos aproxima a la futura sexta subraza de la quinta raza raíz, y lo mismo se puede decir de la idea de la voluntad espiritual colectiva. Estos dos factores están presentes en la cultura andina tradicional, y todos podemos participar conscientemente de la construcción del futuro.
 
Para los Mahatmas, que trabajan teniendo en cuenta plazos de millones de años, veinticinco o treinta milenios pasan rápido. Desde nuestro punto de vista, paradójicamente, percibir el tiempo inmenso en que la consciencia divina se desarrolla nos permite vivir mejor, aquí y ahora, con plena atención a cada instante de la vida. 
 
NOTAS:
 
[1] “The Letters of H. P. Blavatsky to A. P. Sinnett”, facsimile edition, Theosophical University Press, TUP, Pasadena, California, 1973, 404 páginas, ver p. 85. La carta fue escrita en 1884, desde París.
 
[2]The Secret Doctrine”, H.P. Blavatsky, volumen I, “Introductory”, p. XXIII.
 
[3] “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, volumen VIII, con textos de 1887, TPH, EUA, 507 páginas, ver pp. 400-401.
 
[4]Las Cartas de los Mahatmas”, Editorial Teosófica, Barcelona, 1994, 772 pp., ver p. 82.
 
[5] Las Cartas de los Mahatmas”, p. 213.
 
[6] “A Land of Mystery”, texto de H. P.  Blavatsky en el volumen “A Modern Panarion”, que reúne textos de ella y fue publicado en Londres, Nueva York y Madrás en 1895. Ver pp. 305-306 de la primera edición.  Mire en español “Una Tierra de Misterio – I” en los sitios web asociados.
 
[7] “A Land of Mystery”, texto de H.  P.  Blavatsky en el volumen “A Modern Panarion”, que reúne textos de ella y fue publicado en Londres, Nueva York y Madrás en 1895. Ver pp. 305-306 de la primera edición.  Mire en español “Una Tierra de Misterio – I” en los sitios web asociados.
 
[8]Una Tierra de Misterio – II”, de Helena P. Blavatsky.
 
[9] Las Cartas de los Mahatmas”, Ed. Teosófica, Barcelona, p. 24.
 
[10] “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, volumen IV, pp. 445-447.
 
[11] “Cidades Perdidas e Antigos Mistérios da América do Sul”, David Hatcher Childress, Edições Siciliano, São Paulo, Brasil, 406 pp., ver p. 74.
 
[12] Traducido de “Cartas dos Mestres de Sabedoria”, transcritas y compiladas por C. Jinarajadasa, Editora Teosófica, Brasília, 1996, 295 pp., ver la Carta 01 de la primera serie, p. 19. 
 
[13] “Gonçalves Dias, Poesia”, Selección de Manuel Bandeira, Livraria Agir Editora, 1989, Rio de Janeiro, 107 pp., ver pp. 38-39. Gonçalves Dias vivió entre 1823 y 1864.
 
[14] Vea en portugués la Carta de 1900, completa.
 
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El texto “Los Andes y los Mahatmas” reproduce una charla dada por el autor en Cochabamba, Bolivia, en 1998, durante un encuentro teosófico interamericano.
 
Permaneció inédito casi un cuarto de siglo, hasta el año de 2022, cuando fue divulgado en forma seriada en el grupo “La Sabiduría Andina” en Facebook, y también como artículo en “El Teósofo Acuariano” (agosto de 2022).
 
Está publicado como texto independiente en los sitios web asociados desde el 9 de julio de 2023. Revisión: Alex Rambla Beltrán y Joana Maria Pinho.
 
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