Una Tradición Cristiana Reciente
Cuyas Raíces Son Antiguas y Paganas
 
 
Dr. Kaygorodoff
 
 
 
 
 
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Nota Editorial:
 
El siguiente artículo fue publicado por
primera vez en el siglo XIX por el periódico
ruso “Novoye Vremya”. Fue traducido al
inglés y publicado por Helena P. Blavatsky en la
edición de 1891 de su revista “Lucifer”, pp. 62-63.
 
El nombre “Lucifer” es, por supuesto, un término antiguo
para designar a Venus, el lucero del alba y del ocaso,
la “hermana mayor” de nuestra Tierra según la filosofía
esotérica. Desde la Edad Media, el significado de la
palabra ha sido distorsionado por teólogos supersticiosos.
 
(Carlos Cardoso Aveline)
 
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La costumbre del árbol de Navidad es muy reciente. Es de fecha tardía no solo en Rusia, sino también en Alemania, donde fue establecida por primera vez y de donde se propagó por todas partes, tanto en el Nuevo Mundo como en el Viejo. En Francia, el árbol de Navidad no fue adoptado hasta después de la guerra franco-prusiana, es decir, hasta después de 1870. Según las crónicas prusianas, la costumbre de iluminar el árbol de Navidad como se hace hoy en Alemania fue establecida unos cien años atrás. Penetró en Rusia hacia 1830 y fue adoptada muy rápidamente en todo el imperio y por las clases más adineradas.
 
Es muy difícil establecer la trayectoria histórica de esta costumbre. Su origen pertenece, innegablemente, a la más remota antigüedad. Las antiguas naciones europeas siempre honraron a los abetos. Como árboles de hoja perenne y símbolos de la vegetación que nunca muere, eran sagrados para las deidades de la naturaleza, como Pan, Isis y otras. Según el folclore antiguo, el pino nació del cuerpo de la ninfa Pitis (el nombre griego de ese árbol) [1], la amada de los dioses Pan y Bóreas. Durante las festividades primaverales en honor a la gran diosa de la naturaleza, a los templos se llevaban abetos decorados con fragrantes violetas.
 
Los antiguos pueblos del norte de Europa tenían una veneración similar por los pinos y abetos en general, y hacían gran uso de ellos en sus varias festividades. Así, por ejemplo, es bien conocido el hecho de que los sacerdotes paganos de la antigua Alemania, cuando celebraban la primera fase del retorno del sol hacia el equinoccio de primavera, sostenían en sus manos ramas de pino muy adornadas. Y esto apunta a la gran probabilidad de que la costumbre actualmente cristiana de iluminar los árboles de Navidad sea un eco de la costumbre pagana de considerar al pino como el símbolo de una festividad solar, el precursor del nacimiento del sol. Es lógico pensar que su adopción y establecimiento en la Alemania cristiana le impartió una forma nueva y, por así decirlo, cristiana. [2] A partir de entonces surgieron nuevas leyendas – como ocurre siempre – que explican, cada una a su manera, el origen de esta antigua costumbre. Conocemos una de esas leyendas, una cuya encantadora simplicidad es notablemente poética, y que pretende explicar el origen de esta costumbre, ahora universalmente vigente, de adornar los árboles de Navidad con velas de cera encendidas.
 
Cerca de la cueva en la que nació el Salvador del mundo crecían tres árboles: un pino, un olivo y una palmera. Aquella noche santa en la que la estrella de Belén apareció en los cielos (esa estrella que anunció al sufrido mundo el nacimiento de Aquel que trajera a la humanidad la buena noticia de una esperanza dichosa), toda la naturaleza se regocijó, y se dice que llevó sus mejores y más sagrados regalos hasta los pies del niño-dios.
 
El olivo que crecía en la entrada de la cueva de Belén dio, entre otras cosas, sus dorados frutos; la palmera ofreció al bebé la sombra de su verde copa, como protección contra el calor y las tormentas; el pino fue el único que no tenía nada que ofrecer. El pobre árbol estaba consternado y triste, tratando en vano de pensar qué podía regalar al niño-Cristo. Sus ramas colgaban dolorosamente y, al final, la intensa agonía de su aflicción hizo brotar, de su corteza y sus ramas, un torrente de lágrimas calientes y transparentes; gotas grandes, resinosas y pegajosas que cayeron profusamente a su alrededor.
 
Una estrella silenciosa que brillaba en el cielo azul percibió estas lágrimas y, acto seguido, habló con sus compañeras y… ocurrió un milagro.
 
Una multitud de estrellas fugaces cayeron, a manera de gran aguacero, sobre el pino hasta que hubo una estrella brillando en cada acícula del árbol, de arriba abajo. Entonces, estremeciéndose de júbilo, el pino alzó orgullosamente sus alicaídas ramas y mostró por primera vez, ante los ojos de un mundo sorprendido, un brillo deslumbrante nunca visto. Dice la leyenda que, desde aquel día, los hombres adoptaron el hábito de decorar el pino en la víspera de Navidad con un gran número de velas encendidas.
 
NOTAS:
 
[1] Pitis: una ninfa amada por el dios Pan y transformada en un pino. (Nota de H.P.B.)
 
[2] A muchas otras de tales costumbres (incluso a los dogmas) les ocurre que son copiadas y preservadas sin la menor indicación en cuanto a su origen. Si la fuente es admitida ahora, es porque no hay más remedio, habida cuenta de las nuevas investigaciones y descubrimientos. (Nota de H.P.B.)
 
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El artículo “El Origen del Árbol de Navidad” fue traducido del inglés por Alex Rambla Beltrán. Texto original: “The Origin of the Christmas Tree”. La publicación en español ocurrió el 18 de diciembre de 2023.
 
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