Por Qué Un Movimiento Teosófico
Legítimo Necesita Ser Independiente
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
Helena Blavatsky y su firma
 
 
 
A medida que los principales autores de libros pseudoteosóficos son gradualmente olvidados en todo el mundo, surge lentamente entre los miembros de la Sociedad Teosófica de Adyar el sentimiento de que “uno debe estudiar a Helena Blavatsky”.
 
Conviene entonces examinar una pregunta:
 
¿Los estudiantes de Blavatsky tienen futuro en el movimiento de Adyar?
 
El mero estudio verbal de Blavatsky (y de las Cartas de los Mahatmas) dentro de la ST de Adyar sirve como adorno decorativo, y proyecta una idea de legitimidad sobre lo que es ilegítimo, como si bastara con leer las palabras de un autor sabio para cambiar la realidad objetiva de uno. Hace falta mucho más que eso. Es necesario extraer lecciones prácticas de las enseñanzas de los sabios.
 
El enfoque adyarista de la teosofía siempre ha tolerado el estudio de Blavatsky, pero también ha rechazado y continúa rechazando la acción efectiva basada en las enseñanzas de Blavatsky. Esta separación entre lo que se piensa y lo que se hace es una de las trampas más graves creadas por los “clarividentes” besantianos, y que los estudiantes de teosofía real deben enfrentar.
 
Para que algo mejore en el movimiento controlado por Adyar, es necesario que sus miembros y líderes recuperen la consciencia histórica y aprendan de los errores cometidos desde 1891. Las palabras y las acciones deben estar unidas otra vez.
 
La presente estructura de poder necesita ser abandonada, porque está basada  en viejas ilusiones pseudomasónicas y un falso esoterismo. Tiene como fuentes de su fuerza la adoración de retratos de maestros imaginarios y una actitud delante de la enseñanza según la cual “recitar las palabras” es suficiente.
 
La propia H.P. Blavatsky escribió lo siguiente sobre cómo la Sociedad se alejaba de la teosofía auténtica:
 
“… Y tampoco puedo, si quiero ser fiel a mi compromiso y a mi promesa de vida, vivir en la sede central [de la Sociedad Teosófica de Adyar], de donde los Maestros y Su espíritu han sido prácticamente expulsados. La presencia de Sus retratos no ayudará; son letra muerta”. [1]
 
Y las cosas empeoraron desde que ella escribió esas palabras.
 
Desde el comienzo del siglo XX, la conocida alegación de “libertad de pensamiento” ha sido utilizada como pretexto político para mantener formas absurdas de ritualismo en el centro de la estructura de poder, y para negar la necesaria relación entre el conocimiento y la acción.
 
El consenso besantiano consiste en etiquetar inmediatamente de “poco fraternal” e “intolerante” a cualquier idea de eliminar las formas de creencia ciega que pertenecen al período de falsa clarividencia comprendido entre 1900 y 1934. [2]
 
Desde esta perspectiva, las obras de Helena Blavatsky son consideradas como perfectamente aceptables mientras se trate de memorizar y repetir sus palabras. También son útiles como herramienta publicitaria, puesto que producen un aire de clasicismo y de legitimidad. Sin embargo, a los que adoptan las enseñanzas verdaderas como guía para la acción práctica se les considera “radicales peligrosos”.
 
“Cada uno piensa lo que quiere”, dice el mantra políticamente correcto; y se prohíbe silenciosamente el compromiso con los hechos, con la búsqueda de la verdad, con la investigación activa y con el rechazo de las falsedades obvias, aunque esto se lleva a cabo con una actitud aparentemente fraternal, y en el sagrado nombre de la amistad mutua.
 
Nadie se hace responsable de la veracidad de las “enseñanzas”. Ellas no deben ser tomadas demasiado seriamente. Actuar con base en ellas es considerado poco fraternal, y la Ética no tiene ningún papel central en esta “teosofía”.
 
En el reino de la superficialidad mental, leer a Blavatsky es una cuestión de curiosidad limitada al nivel de las palabras.
 
Sin embargo, si los fraudes besantianos son abandonados podrán ocurrir naturalmente un cambio para mejor y una bendición de largo plazo.
 
Hasta entonces, la próxima primavera y el renacimiento de la vitalidad real tendrán que ser preparados en círculos independientes y en asociaciones libres de intereses burocráticos o institucionales.
 
Los sitios web asociados ven el crecimiento del número de sus lectores entre los miembros de la Sociedad de Adyar como un signo de los tiempos. La primera mitad del presente siglo parece ser una ocasión correcta para que se dejen a un lado las infantilidades innecesarias y se construya un movimiento teosófico más legítimo.
 
NOTAS:
 
[1] Véase “Why I Do Not Return to India” (“Por Qué No Vuelvo a la India”).
 
 
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El artículo “Los Estudiantes de Blavatsky en la Sociedad de Adyar” es una traducción del inglés y ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor.  Haga clic para leer el texto original: “Blavatsky Students in the Adyar Society”. La publicación en español ocurrió el 02 de julio de 2020.
 
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