¿Predijo H. P. Blavatsky el Fin de
la Civilización Materialista Occidental?
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
 
 
Tanto Jean-Jacques Rousseau como Helena Blavatsky cuestionaron la validez del progreso material ciego, del cual la civilización occidental ha estado tan orgullosa durante algunos siglos. Vinoba Bhave, Mahatma Gandhi, Visconde de Figanière y otros pensadores hicieron lo mismo.
 
Escribiendo sobre Occidente, Blavatsky dijo:
 
* “A medida que la civilización avanza, la oscuridad moral permea la supuesta luz de la cristiandad”.
 
Y añadió:
 
* “El símbolo escogido para nuestra civilización presuntuosa debería ser una gran boa. Al igual que este monstruoso ofidio, con sus manchas negras aterciopeladas y brillantes en tonos dorados, y sus gráciles movimientos, la civilización oprime, insidiosa pero seguramente, toda aspiración elevada, todo sentimiento noble, sí, incluso la capacidad de discernir lo correcto de lo incorrecto. La conciencia, ‘el vicerregente de Dios en el alma’, ya no habla en el ser humano, porque los susurros de la pequeña y suave voz interior son sofocados por el creciente estruendo y rugido del egoísmo”. [1]
 
Y este es el camino del fin.
 
Cuando se pierde el contacto entre el alma espiritual y el yo inferior, la vida física pierde su dirección y sentido, y empieza a preparar su propia destrucción. Entonces llega la aceleración. “Cuando los dioses quieren destruir a alguien, primero lo hacen enloquecer”, escribió H. P. Blavatsky, repitiendo un viejo adagio. [2] Otra versión del mismo axioma dice: “Cuando los dioses quieren castigar a alguien, lo vuelven ciego y lo invitan a echar a correr”.
 
Uno de los objetivos de Blavatsky al fundar el movimiento teosófico moderno en 1875 fue reducir o evitar ese proceso kármico y cíclico de “avance hacia la autodestrucción”.
 
¿Cómo de exitoso ha sido el movimiento a la hora de luchar contra las fuentes de la decadencia moral de Occidente? Esta pregunta es incómoda, por supuesto. Sin embargo, es inevitable para cualquier teósofo honesto, porque la sinceridad y el realismo son las bases verdaderas del automejoramiento. Aprender de los errores es la ley.
 
El Fin de un Ciclo Occidental
 
En una frase decisiva, H. P. Blavatsky esclarece una idea que algunos líderes teosóficos se han olvidado considerar al evaluar la realidad y el futuro de sus asociaciones:
 
* “La ética de la teosofía es más importante que la divulgación de las leyes y hechos psíquicos”. [3]
 
Para resultar útil, el conocimiento ha de ser puesto en práctica correctamente y con el objetivo de alcanzar metas valiosas.
 
La ética es la ciencia de sembrar buen karma, y cada civilización o grupo teosófico puede cosechar solo lo que ha sembrado.
 
Las estructuras sociales y políticas no surgen por casualidad. Son meras encarnaciones y expresiones del karma colectivo. Para mejorar la sociedad, uno ha de mejorarse a sí mismo. A la vez, un mejor karma debe ser producido colectivamente, teniendo en cuenta la ley de los ciclos.
 
Helena Blavatsky escribió que “la política no forma parte del programa de acción” del movimiento teosófico, pero inmediatamente añadió:
 
“No obstante, dado que cualquier cosa bajo el sol parece estar ahora relacionada con la política, la cual, aparentemente, no se ha vuelto más que un permiso legal para romper los diez mandamientos, una licencia del gobierno para que los ricos puedan cometer todos los pecados que, cuando son cometidos por los pobres, llevan al criminal a la cárcel o a la horca, se hace difícil evitar el tema de la política. Hay casos que surgen directamente del ámbito de la acción política y diplomática y son un desafío para la ética común de la humanidad, debiendo ser denunciados y castigados”. [4]
 
Después ella menciona una política pública que ha ayudado a preservar todas las civilizaciones, y cuya ausencia ha servido para destruirlas a todas en el momento adecuado:
 
“Que la prosperidad de un Estado tiene como base el establecimiento organizado de los principios familiares es un truismo muy antiguo, una política seguida por toda nación civilizada desde la antigüedad. Es poco probable que alguien niegue que la ética social depende en gran parte de la educación temprana recibida por las nuevas generaciones. ¿Quién tiene el deber de guiar la educación de los niños desde su edad temprana? ¿Quién puede hacer esto mejor que una madre amorosa, una vez que su valor moral es reconocido por todos y ninguna denuncia de maldad ha mancillado su reputación? El posterior entrenamiento intelectual del joven bien puede ser dejado a cargo de la mano más firme del padre. El cuidado de su infancia pertenece, por todos los derechos divinos y humanos, solo a la madre, la progenitora que da a su hijo no solo una parte de su carne y sangre, sino también una parte de su alma inmortal: aquello que creará más tarde al ser humano real, el EGO verdadero. Este es el ABC de los deberes vitales de la humanidad, y es el primer deber de aquellos que tienen el poder de proteger los sagrados derechos maternos contra cualquier violación brutal”. [5]
 
Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis, esclareció que hace falta un fuerte esfuerzo moral, colectivamente establecido, para construir una civilización y mantenerla viva. El proceso implica un grado significativo de renuncia al egoísmo.
 
Pitirim A. Sorokin mostró que la ausencia de ese esfuerzo moral provoca la implosión de los mecanismos de confianza y ayuda mutuas y las estructuras sociales. Damodar Mavalankar escribió una nota reveladora sobre la relación entre la ética humana y los ciclos del karma planetario. [6]
 
En una carta dirigida a Alfred Sinnett, un Maestro de Sabiduría clarificó el destino de las sociedades occidentales.
 
Refiriéndose a las civilizaciones antiguas de Centroamérica y Sudamérica, escribió: “La subraza de ellos terminó en casi la total aniquilación por causas generadas por ella misma; eso pasará con la de ustedes al final de su ciclo”. [7]
 
Los teósofos que saben que son corresponsables del futuro de la humanidad deben, por tanto, estar preparados para evaluar el nivel actual de moralidad presente en las sociedades occidentales. También es importante examinar el grado de respeto común por la verdad y por la vida en esas naciones.
 
Si la inmoralidad y la adicción a las drogas son algo generalizado y definido como “libertad”; si el egoísmo es visto como “democracia”; si el altruismo y el autocontrol son ampliamente ridiculizados; si las lecciones de las civilizaciones pasadas son despreciadas; si las máquinas, el dinero y la tecnología material son adorados; si los sentimientos de miedo y odio colectivos están siendo usados a gran escala para provocar guerras y multiplicar los beneficios de las industrias armamentísticas gigantes; si la mera propaganda ha reemplazado al razonamiento y los debates honestos, entonces los teósofos deben hacer un esfuerzo especial. Ellos tienen el deber y el privilegio de observar los acontecimientos sociales desde el punto de vista de las enseñanzas teosóficas clásicas, con el fin de ver y comprender lo que aguarda el karma de la civilización occidental.
 
Varias formas de vanidad han llevado a la civilización occidental a una derrota rotunda. Entre ellas, la vanidad de pensar que es mejor que las civilizaciones antiguas y orientales.
 
Sobre las naciones cristianas occidentales, H. P. Blavatsky escribe:
 
* “Después de todo, ¿qué vale nuestra civilización si la comparamos con las civilizaciones grandiosas del pasado, ahora tan remotas y olvidadas? ¿A qué se debe nuestra presunción moderna y la idea confortante de que nunca hubo ninguna civilización verdadera antes del advenimiento de la cristiandad?”. [8]
 
Algunos párrafos después, tras examinar la superficialidad de la idea de que el Occidente es “superior” al Oriente, HPB añade:
 
* “El progreso que hasta ahora hemos alcanzado tiene solo que ver con lo puramente físico, con objetos y cosas, no con el ser humano interno. Tenemos ahora todo tipo de conveniencias y comodidades en la vida, todo aquello que complace a nuestros sentidos y nuestra vanidad, pero, desde que se estableció la religión de Cristo, no encontramos en la cristiandad ni un ápice de mejora moral. Así como el hábito no hace al monje, la renuncia a los viejos dioses no ha hecho a los humanos mejores de lo que eran antes, y quizás los haya hecho peores”. [9]
 
El propio término “civilización” ha sido definido de maneras radicalmente distintas por todas las naciones y sociedades:
 
* “La simple verdad es que la palabra ‘civilización’ es un término vago e indefinido. Del mismo modo que bien y mal, belleza y fealdad, etc., civilización y barbarie son términos relativos. Porque lo que al chino, al hindú y al persa les parecería la cúspide de la civilización el europeo lo consideraría como una escandalosa falta de modales, una vulneración terrible de la etiqueta social”. [10]
 
La historia muestra que, desde el nacimiento de la época moderna, el Occidente católico usó los prejuicios hacia los países africanos para justificar la violencia y el asesinato en masa contra ellos, y la explotación de los negros utilizándolos como esclavos.
 
Los prejuicios antisemitas justificaron la violencia y el odio persistentes contra los judíos. Las ideas falsas de superioridad moral respecto a las naciones americanas nativas fueron usadas para legitimar un prolongado asesinato en masa promovido por las autoridades “cristianas”.
 
La falsa noción de “superioridad” occidental en relación con Asia fue una excusa para iniciar las vergonzosas guerras del Opio contra China y para llevar a cabo incontables actos de violencia sistemática, imperialista y colonialista contra las naciones asiáticas y de Oriente Medio. Los prejuicios hacia Rusia han alimentado olas recurrentes de odio occidental contra esa misteriosa nación medio asiática que es la única, según Blavatsky, donde el verdadero ideal de Cristo aún está vivo. [11]
 
No hay nada nuevo bajo el sol, y la rusofobia no ha sido inventada en el siglo XXI. El destino de tal sentimiento, sin embargo, no ha sido brillante. Tanto Napoleón como Hitler trataron de destruir a Rusia, llevando sus naciones a la derrota y humillación. Pero las guerras napoleónica y nazi contra Rusia no fueron hechos aislados. En agosto de 1890, Helena Blavatsky se tomó algún tiempo para examinar con calma la arrogancia y falta de sinceridad occidentales en relación con el mundo cultural de esa nación eslava:
 
“¡Ah, qué indignación virtuosa, qué tempestad rugiente se ha levantado en las tiernas almas de los filántropos norteamericanos y británicos ante el rumor de que las autoridades rusas en Siberia no son tan amables como deberían con sus prisioneros políticos! ¡Vaya alboroto están provocando las ruidosas protestas en las ‘manifestaciones de indignación’, los gigantescos encuentros para denunciar a su prójimo mientras mantienen un prudente silencio ante los mismos abusos cometidos en sus propios países!”. [12]
 
Los sectores imperialistas de la civilización occidental son adictos a fabricar armas. Para hacerlo, necesitan estimular el odio e inventar chivos expiatorios.
 
Blavatsky prosigue:
 
“En una manifestación monstruosa que tuvo lugar el otro día en Hyde Park, unas 250.000 personas protestaron ‘en nombre de la civilización y la humanidad’ contra el comportamiento brutal de algunas autoridades y de carceleros desconocidos de Rusia. Naturalmente, uno puede comprender fácilmente y apreciar por completo los sentimientos de las masas, los oprimidos, los pobres que sufren y el pueblo en general. Desde que nacen hasta que mueren, los pobres son despreciados por los ricos y poderosos de su tierra, y como todos tienen un punto sensible en su corazón, pueden sentir la vibración del dolor y de la simpatía hacia sus hermanos que sufren en otros países”.
 
La psicología de masas es utilizada por algunos para fortalecer su dominio sobre pueblos ingenuos. Así, Inglaterra y los Estados Unidos se unieron en su credulidad desinformada.
 
HPB continúa:
 
“Es cierto que la energía gastada en dicha manifestación podría haber sido dirigida más útilmente, quizás, contra las ‘Siberias’ y ‘casas de muertos’ locales y coloniales, pero, de todas formas, dado que el impulso fue genuino, todos los teósofos vieron la manifestación con respeto. Sin embargo, ningún miembro de la Sociedad Teosófica debería tener simpatía hacia el comportamiento hipócrita de los varios editores que permanecen callados ante los abusos cometidos en sus propios países mientras vierten toda su ira sobre el abuso de poder y la brutalidad de los oficiales rusos. Esto sería suficiente para hacer reír a un búho en plena luz del día. Que Inglaterra y los Estados Unidos presenten acusaciones de crueldad y señalen manchas leprosas en el cuerpo de Rusia es una pieza suficientemente curiosa de audacia moral, pero que ciertos editores apoyen y hasta exijan esta actitud, en lugar de pasarla por alto en prudente silencio…”.
 
HPB dice después que la teosofía “no tiene nada que ver con la situación política de todo este asunto”, pero que, por otro lado, el lector debe considerar que la teosofía “tiene todo que ver con el aspecto moral” de tales acontecimientos.
 
Y explica:
 
“Teniendo siempre presente su misión, que es ‘sacar a la luz las cosas ocultas de la oscuridad’, la teosofía tiene naturalmente mucho que decir sobre el hecho de que los borrachos Juan y José desprecien al borracho Pedro y le den lecciones de moralidad como si ellos estuviesen libres de pecado”. [13]
 
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el complejo industrial-militar ha tenido una cantidad incontrolada e indebida de poder político, y ha sido capaz de fabricar libremente los enemigos que cree necesitar. En 1961, Dwight Eisenhower hizo una advertencia pública al respecto. Sabía de lo que estaba hablando, porque era entonces el presidente de los Estados Unidos. [14]
 
Preservando la Diversidad de las Civilizaciones
 
Ha llegado la hora de un cierto Pralaya – un período de descanso y reposo – de Occidente.
 
El expansionismo y la ansiedad constantes de la época moderna – dominada por las potencias occidentales – ya no son necesarios y llegan a su fin.
 
Las guerras son malas para la salud humana y el medioambiente. Aceleran el aumento del exceso de CO2 en la atmósfera global. Perjudican a los niños. Dañan el suelo, las aguas, los bosques y las ciudades. Son malas para el alma y la vida espiritual de los místicos.
 
Por tanto, no necesitamos más guerras.
 
Podemos dar gracias a los Estados Unidos de América. El mundo unipolar basado en el chantaje nuclear ya no puede seguir viviendo. Ha terminado. Somos libres de ver nosotros mismos los hechos: la comunidad mundial es multipolar.
 
Nuestra aldea planetaria constituye un rico y complejo proceso intercultural de evolución constantemente creativa. Diferentes civilizaciones coexisten en esta comunidad, y la ayuda mutua es la ley. El respeto mutuo es el deber de todos. Cada civilización tiene su propio ciclo. Occidente, todavía excesivamente joven y poco experimentado, tiene mucho que aprender de las civilizaciones más viejas y sabias. Ciertamente, aprenderá algunas duras lecciones.
 
Sin embargo, la aceptación del pralaya, o descanso, por parte de las “potencias” occidentales ocurrirá de acuerdo con el karma. Semejante transición mundial podría involucrar un gran cataclismo.
 
Los Maestros de la sabiduría oriental escribieron en varias cartas que la civilización occidental terminaría después de que su “aceleración ansiosa” llegase al punto más alto posible. De acuerdo con ellos, esa transición no necesariamente sería armoniosa.
 
Esperemos que ocurra lo mejor, y trabajemos por ello.
 
Que Occidente acepte su nuevo período de reposo en paz y empiece a aprender de las naciones más viejas y de las filosofías antiguas con el fin de que el mundo en el siglo XXI se convierta en un paraíso en comparación con lo que era en el XIX. Helena Blavatsky anunció que esto es muy probable que ocurra, sea cual sea el precio a pagar por ello. Es nuestro deber, como ciudadanos de buena voluntad, trabajar para que se evite el sufrimiento innecesario durante la llegada del nuevo día.
 
Que la civilización occidental tenga el debido respeto por la vida y por la necesaria diversidad de civilizaciones en nuestro planeta.
 
Om, shanti. Om.
 
NOTAS:
 
[1] Del artículo “Our Christian 19th Century Ethics”, en “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, TPH, EUA, volumen X, p. 81.
 
[2] “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, TPH, EUA, volumen XII, p. 280.
 
[3] Five Messages”, H. P. Blavatsky, p. 26.
 
[4] Del artículo “Our Christian 19th Century Ethics”, en “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, TPH, EUA, volumen X, p. 82.
 
[5] “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, TPH, EUA, volumen X, p. 83.
 
 
[7] Las Cartas de los Mahatmas”, Editorial Teosófica, Barcelona, España, 1994, carta 23 B, p. 213.
 
[8] “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, vol. XII, p. 275.
 
[9] “Collected Writings”, vol. XII, p. 277.
 
[10] “Collected Writings”, vol. XII, p. 278.
 
[11] Véanse las palabras de Blavatsky en el artículo “El Eslavofilismo y la Teosofía”.
 
[12] “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, vol. XII, p. 279.
 
[13] “Collected Writings”, H. P. Blavatsky, vol. XII, pp. 279-280.
 
 
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El artículo “La Teosofía y el Pralaya de Occidente” es una traducción del inglés y la tarea ha sido hecha por Alex Rambla Beltrán, con apoyo de nuestro equipo editorial, del cual forma parte el autor. Texto original: “Theosophy and the Pralaya of the West”. La publicación en español ocurrió el 03 de agosto de 2002.
 
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