En la Arquitectura de la Teosofía Clásica, el
Albañil es el Responsable de la Construcción
 
 
Carlos Cardoso Aveline
 
 
 
El microcosmos y el macrocosmos van de la mano
 
 
 
Durante los años finales de la vida de Helena Blavatsky, surgió alrededor de ella, en Londres, un centro teosófico en el que vivían y trabajaban estudiantes dedicados a la búsqueda de la sabiduría universal.
 
Esta comunidad austera tenía elementos de un monasterio. Sus reglas prácticas para el día a día material fueron publicadas por los sitios web de la Logia Independiente. En aquel lugar, se mantenía una atmósfera cuya estructura era la simplicidad externa. El clima interior del lugar contrastaba profundamente con la atmósfera pestilente de Londres, que hoy sigue siendo una de las grandes capitales del materialismo occidental desinformado. [1]
 
Las reglas, muy básicas, terminaban con estos principios esenciales:
 
“La estabilidad de vida depende de la estabilidad de palabra y acción, y estas no pueden existir separadas de la estabilidad de pensamiento y sentimiento. Por tanto, en la teosofía práctica, es necesario que coexistan las siguientes cinco condiciones: PENSAMIENTO CORRECTO, SENTIMIENTO CORRECTO, PALABRA CORRECTA, ACCIÓN CORRECTA, VIDA CORRECTA”. [2]
 
¿Podemos decir que esta experiencia del siglo XIX pertenece únicamente al pasado? ¿Está irremediablemente fuera del alcance de los estudiantes de filosofía esotérica del siglo XXI, o del siglo XXII? La respuesta a estas preguntas depende de cómo las miremos.
 
La palabra “monasterio” significa, en su acepción externa convencional, “morada de religiosos contemplativos”. Etimológicamente, la palabra se relaciona con la idea de “mónada”, el Uno, la Unidad. Según el diccionario Aurélio de la lengua portuguesa (edición de 2010), el término proviene del griego, “residencia solitaria”.
 
El habitante del monasterio es alguien que decidió tener una vida dedicada a la percepción directa del mundo divino. Naturalmente, todo proceso de caminata espiritual ha de convivir con acciones externas prácticas.
 
Numerosas tareas físicas son indispensables para la salud y el bienestar de las personas y el mantenimiento del lugar en el que viven y contemplan. Sin embargo, el monasterio no es físico. Aunque las circunstancias materiales deben ser tenidas en cuenta, el monasterio ha de ser una realidad psíquica. Necesita una estructura psicológica hecha de sentimientos y pensamientos correctos. La regla y el compás son instrumentos morales útiles. Las paredes invisibles del monasterio deben ser construidas por decisión propia de cada uno. La plomada es indispensable. La perseverancia y la disciplina del constructor serán puestas a prueba.
 
Tal como una tortuga lleva su casa consigo dondequiera que vaya, el buscador de la sabiduría puede y debe tener en sí mismo su monasterio, su “ashram”, su centro habitacional sutil, su aura estructurada como un templo y como una “morada del alma inmortal”.
 
En el interior de su “monasterio áurico”, el peregrino dialoga e interactúa con los otros seres y con sus compañeros de viaje, tal como ellos están presentes en su alma. Él administra su propia actitud con el fin de mantener una atmósfera correcta. El habitante del monasterio trascendente es también su albañil, el ayudante del albañil e incluso el arquitecto.
 
En el interior de su “monasterio áurico”, el peregrino dialoga e interactúa con los otros seres y con sus compañeros de viaje, tal como ellos están presentes en su alma. Él administra su propia actitud con el fin de mantener una atmósfera correcta. El habitante del monasterio trascendente es también su albañil, el ayudante del albañil e incluso el arquitecto. La construcción es permanente y no llega a su final jamás.  
 
En cualquier momento de la historia humana, siempre es posible levantar un monasterio sagrado, sea más sutil o menos sutil. Los errores y defectos deben ser vistos con naturalidad. Ellos forman parte del proceso, siempre y cuando la construcción sea auténtica. No existe, pues, una perfección inmóvil, definitiva. Lo que ocurre es una edificación gradual e incesante.
 
El microcosmos y el macrocosmos van de la mano. Los monasterios individuales son tan necesarios como los monasterios colectivos. Todo monasterio invisible ha de regirse por reglas de conducta definidas, no solo en el plano físico, sino en el plano emocional y en el plano mental. El albañil habitante del templo deberá adoptar metas claras y establecer ritmos estables.
 
El Universo es una Familia
 
La teosofía puede ser definida como el arte de construir. El primer objetivo del movimiento teosófico es la formación de un núcleo de fraternidad universal. En los siglos XXI y XXII, pueden construirse comunidades guiadas por el ideal espiritual y el pensamiento elevado con el fin de reunir estudiantes situados en lugares muy diferentes de la geografía física de nuestro planeta.
 
El universo entero es como una familia, porque está vivo y unido por lazos de afinidad profunda. [3]
 
Por otro lado, nuestras familias físicas no son solo físicas. Son los núcleos espirituales básicos de la humanidad. Son construidas cada día por el afecto y la buena voluntad. Avanzan a través de lazos biológicos y espirituales, y deben ser vistas como fuentes de felicidad y sabiduría, sin excluir las cantidades necesarias de renuncia y sufrimiento. Tal como los grupos familiares, los monasterios contemplativos tienen bases y puntos de apoyo en el plano físico, y también van más allá de la realidad tridimensional.
 
El ojo atento ve el universo entero en cualquiera de sus partes. Todo buen monasterio apunta prioritariamente hacia la consciencia más elevada del universo. Y un albañil sensato sabe que la esencia del cosmos está presente en cada átomo, en cada alma, en cada grano de arena.
 
NOTAS:
 
[1] Ya en el siglo XIX, un Maestro de Sabiduría, un Mahatma de los Himalayas tildó de “pestilente” a la atmósfera de Londres. Véase la carta 28 de Las Cartas de los Mahatmas” (Editorial Teosófica, Barcelona, España, 1994, p. 303). Pero esta no es la única referencia a la atmósfera antiespiritual de Londres que hay en la literatura teosófica clásica. En “Isis Sin Velo”, Helena Blavatsky escribe acerca del impacto de la polución de las grandes ciudades sobre la vida espiritual. Véanse las pp. 211-212 del volumen I de la edición original en inglés de Isis Unveiled. La referencia a Londres aparece hacia la mitad de la página 211. El fragmento fue publicado también como artículo independiente en portugués (A Ecologia da Consciência Humana) e inglés (The Ecology of Human Consciousness). Si la situación de las grandes capitales era grave en el siglo XIX, puede deducirse que en el siglo XXI el problema es bastante peor que en la época de Blavatsky. En un ambiente desfavorable, la educación y el fortalecimiento de la voluntad propia por parte del estudiante son factores cada vez más indispensables.
 
[2] Haz clic para leer el texto Rules of a Theosophical Headquarters”.
 
[3] Sobre la vida familiar de los cuerpos celestes, véase, por ejemplo, el libro “Diálogos de Amor”, de León Hebreo: Colección Austral, Espasa-Calpe Argentina S.A., Buenos Aires- México, 1947, Traducción del Inca Garcilaso de la Vega, 340 páginas.
 
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El Monasterio Invisible” está disponible como texto independiente desde el 8 de abril de 2024. El artículo fue traducido del portugués por Alex Rambla Beltrán, y su versión inicial hace parte de la edición de abril de 2024 de “El Teósofo Acuariano” (pp. 1-4). Texto original: “O Monastério Invisível”.
 
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